De vez en cuando, muy de vez en cuando, llega una historia excepcional...bien planeada, con los personajes bien respetados y respetados los libros anteriores..tengo el agrado de despedir el año con esta  historia...excepcional! Disfruten!

 

HARRY POTTER Y LA ORDEN DEL FENIX

Por Estela

Capitulo 1 Capitulo 2 Capitulo 3 Capitulo 4
Capitulo 5 Capitulo 6 Capitulo 7

 

PRIVET DRIVE

CAPITULO I

 

Aunque el sol no hacía mucho que se había puesto, en el número 4 de Privet Drive, reinaba un tranquilo silencio. Todos dormían, menos Harry, un niño de ojos verdes con el pelo negro y rebelde.

Inclinado sobre su mesa, Harry escribía con una pluma, en lo que parecía ser un pedazo de pergamino.

Y es que Harry, no era un niño normal, aunque sus tíos se empeñaran en decir que no era más que un niño travieso, y que acudía al Centro de Seguridad San Bruto para Delincuentes Juveniles Incurables.

Lo que pasaba, es que Harry era un mago.

Y, como todo mago de su edad que viviera en su país, iba al colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

 

Durante el curso pasado, Harry había vivido una experiencia inolvidable.

Se había encontrado cara a cara con Lord Voldemort, el brujo más poderoso y temido por los miembros de la comunidad mágica en los últimos años. Muchos de ellos, todavía se estremecían al oír su nombre.

 

La causa de que Harry tuviera que vivir en un lugar como Privet Drive, se debía a que el Señor Tenebroso, había asesinado a sus padres. Lo curioso, es que tras matarlos a ellos, había dirigido su varita contra Harry, para terminar con él, pero al lanzar su poderoso hechizo Avada Kedabra, que había acabado con la vida de tantos magos, la maldición rebotó contra él, haciendo que todos sus poderes desaparecieran, y no dejando en Harry más que una extraña cicatriz en forma de rayo, en su frente.

 

Durante muchos años, los tíos de Harry, le habían hecho creer que aquella cicatriz, era consecuencia de un accidente de tráfico, en el que sus padres habían perecido, y hasta su undécimo cumpleaños no había descubierto la verdad.

El caso, es que cuando todos creían que Voldemort había desaparecido para siempre, se había vuelto a alzar junto con la ayuda de los mortífagos, sus vasallos, pero sobre todo con de Colagusano, un animago ilegal, que fingió su muerte y que había traicionado a los padres de Harry.

 

El año anterior, había sido también el torneo de lo Tres Magos, una competición mágica en la que los representantes de cada uno de los tres grandes colegios de magia (Beauxbatons, Durmstrang y Hogwarts) tenían que pasar grandes y peligrosas pruebas para ganar la Copa de los tres Magos, y un premio que consistía en un saco de mil galeones.

Harry había sido elegido campeón por un juez imparcial, y había resultado campeón del torneo, pero por una serie de circunstancias había renunciado al dinero, regalándoselo a los gemelos Weasley, hermanos de su mejor amigo, Ron Weasley.

 

Harry todavía se estremecía al recordar, lo cerca que había estado de la muerte y por qué poco se había conseguido salvar.

Harry miró su reloj.

Apenas quedaban unos minutos para cumplir 15 años.

3....2....1....

- Felicidades, Harry- Musitó con una sarcástica sonrisa

 

En ese momento cinco lechuzas cruzaron la ventana entreabierta. Harry, supuso quienes serían los que le escribían.

- Nunca he podido comprender cómo se las apañan para entrar en el momento exacto.

 

Se dijo, mientras intentaba atrapar una diminuta lechuza que revoloteaba por toda la habitación.

Era Pigwidgeon, la lechuza de Ron. Al recoger la carta, se le erizaron las plumas de orgullo, por haberla entregado correctamente, y volvió a zumbar por todos lados. El resto de las lechuzas, esperaban quietas a que Harry les recogiera sus paquetes, como si quisieran darle ejemplo de buen comportamiento.

Harry les dio agua y chucherías lechuciles y metió a Errol en la jaula de Hedwig, ya que se la veía exhausta.

La carta de Ron, decía:

Hola Harry:

¡Feliz cumpleaños! Espero que te guste mi regalo, lo compré vía-lechuza, aunque Fred y George contribuyeron (no sé por qué están tan generosos).

Espero que Errol haya llegado sin muchos percances, cada vez le cuesta más cumplir los encargos, y Percy no me quiso dejar la suya. Fred y George, siguen inventando artículos, tienen una lista enorme, pero está escondida para que mamá no la vea. Ella te envía un pastel, por si la dudas...

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 


Harry sonrió. El año anterior, había estado a punto de morir de hambre, ya que los Dursley, sus tíos, habían puesto a régimen a la pequeña ballena de su primo Dudley, y a toda la familia con él, para darle ánimos. Continuó leyendo la carta de su amigo:

 

Por aquí está todo muy revuelto, mi padre hizo una revisión a la casa de Malfoy, y encontró muchos objetos tenebrosos, bajo el suelo, tal como le dijiste hace tiempo. Van a juzgarlo por ello,  será la semana que viene, el viernes ¿por qué no te vienes?. Será muy divertido ver a Malfoy en esa situación. Mándame la respuesta cuando lo sepas. Dumbledore irá, así que no tienes nada que temer acerca de Quien-tu-sabes.

En el ministerio anda todo muy complicado y Percy está más insoportable que nunca. No para de hablarnos con el estilo de la profesora Trelawney, como si supiera cosas que nosotros no.

Bill, Charlie y Ginny te mandan saludos.

Escribe pronto,

Ron                

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Harry abrió el paquete que portaba Errol. Junto al enorme pastel de chocolate, había una pequeña caja, envuelta en un papel que cambiaba de color.

En la parte superior de la caja, vio la inscripción de LOS CHUDLEY CANNONS, Mejores jugadas.

Los Chudley Cannons, eran el equipo favorito de Harry y Ron de Quidditch, el deporte mágico que equivaldría al fútbol, para todas las personas no magas, normalmente conocidas como muggles. Se jugaba sobre escobas, con varias pelotas de colores. Harry era el buscador del equipo de Gryffindor, su casa en Hogwarts, y si algo echaba de menos durante el verano en Privet Drive, era poder practicar en su magnífica Saeta de Fuego.

 

Al abrir la tapa, apareció una especie de pantalla televisiva en miniatura, con lo que parecían miles de botones negros, sobre un fondo naranja.

Al pulsar el botón más grande de la caja, empezaron a verse imágenes de los jugadores, en diferentes partidos. Sin embargo, Harry dejó el aparato a un lado y se dispuso a leer las demás cartas.

En una lechuza negra con una enorme mancha blanca en la frente, Harry distinguió la esmerada caligrafía de su amiga Hermione, que le escribía:

 

Querido Harry:

Antes de nada, felicitarte por tu decimoquinto cumpleaños.

Y ahora, quiero darte una buena noticia, ¡soy prefecta de Gryffindor!. Mis padres, me regalaron esta lechuza como premio, para así poder comunicarme con ellos durante el curso.

El regalo te lo compré en Grecia, donde estoy pasando las vacaciones. Esto es alucinante, estoy aprendiendo cientos de cosas.

No sabía que había  tantos magos en Grecia.

Volveré el 5 de Agosto, si quieres podemos ir juntos a comprar las cosas al callejón Diagon, también se lo he dicho a Ron

¿Irás al juicio? Ron me lo ha contado todo, pero para entonces, yo seguiré aquí y no podré asistir.

Espero que todo salga bien, recuerdos desde Grecia.

                                               Hermione

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Junto a la carta, había un paquete envuelto en un papel lleno de runas, al estilo griego. Harry lo abrió, preguntándose que le habría regalado su mejor amiga.

Conociéndola, lo mismo le había enviado algún libro sobre “Historia de Grecia” o “Importantes magos en la Grecia clásica”.

Sin embargo, al abrir el paquete, se sorprendió.

El regalo era una especie de puzzle  desmontable del Partenón en 3d, donde las piezas iban moviéndose de sitio a medida que se iba montando. Traía también unas miniaturas de los Dioses griegos, que volaban actuando según su historia en la mitología.

Harry estaba alucinado por los regalos de este año.

 

Tras guardar todas las piezas del monumento griego, que se resistían a entrar en la caja, Harry tomó la carta de una de las lechuzas pardas de Hogwarts, y reconoció la letra de Hagrid. Junto a ella, había un enorme paquete y una carta de Hogwarts.

Harry leyó:

Querido Harry:

¡Feliz cumpleaños! Espero que te guste mi regalo, llevo todo el mes confeccionándolo.

Por aquí en Hogwarts todo sigue igual, ya sabes. He traído nuevas especies de un animal para las clases. Te gustarán, seguro.

Bueno, me despido. Te veré en Hogwarts.

                                               Hagrid

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Harry abrió el enorme paquete. Por un instante pensó que Hagrid le enviaba algunos de sus “suculentos e incomibles pasteles”, pero lo que vio le dejó sin habla.

 

Hagrid, le había regalado una especie de zoológico en miniatura. En cada una de las celdas, reposaban los animales más extraños que Harry había visto nunca, y algunos de los que habían estudiado en clase. Eran pequeñas figuras, y andaban por sus jaulas de un lado para otro, esperando que les echaran algo para comer.  Entre ellos, pudo reconocer a escregutos de cola explosiva, varias especies de dragones, hipogrifos, unicornios... incluso, en una de las jaulas acertó a ver a un perro de tres cabezas, parecido a Fluffy.

 

En un folleto aparte, venían lo que parecían las instrucciones, que indicaban cómo contratar al personal adecuado para la alimentación de los animales, la limpieza...

 

Se parecía mucho a un juego de ordenador de Dudley, pero real. Si su primo viera los regalos que había recibido, se moriría de envidia y estaría llorando, hasta que sus padres se lo confiscaran a Harry.

En el número cuatro de Privet Drive, había una importante norma, y era que la magia, y todo lo que tenía que ver con ella, no podía ser mencionada.

Si sus tíos tuvieran conocimiento de lo que Harry tenía ahora en sus manos, lo habrían encerrado, como aquella vez en la que tuvo que ser rescatado por su amigo Ron y sus hermanos, para no morir de hambre o inanición.

 

Pero Harry lo tenía todo previsto.

 

Sus tíos, nunca descubrirían ninguna de sus cosas, ya que durante el día, las guardaba bajo una tabla suelta que había debajo de su cama.

 

Tras guardar el enorme juego de Hagrid, Harry abrió la carta que Hogwarts enviaba cada año a sus alumnos, antes de empezar el colegio.

 

Estimado señor Potter:

El próximo curso dará comienzo el día 1 de Septiembre. Como ya sabe, el expreso de Hogwarts partirá a las 11 en punto, de la estación King Cross, andén 9¾. Aquí adjuntamos los libros necesarios para el próximo curso.

 

 
 

 

 

 

 

 

 


Harry leyó la lista de los libros que iba a utilizar.

Necesitaría el Libro reglamentario de hechizos, quinto curso,  El ojo interior, un nuevo libro de adivinación y Usos de las plantas medicinales, para la clase de herbología. El libro para transformación, de grado medio, ya lo tenía del año pasado.

 

Por último, se dirigió a un mochuelo enorme, al que nunca había visto. Supuso que sería de Sirius, pues no esperaba carta de nadie más.

Al abrir el sobre, Harry distinguió la letra de su padrino:

 

Querido Harry,

Espero que tengas un buen día de cumpleaños.

Ahora mismo, estoy con un amigo al que conoces, Remus Lupin, pero no te digo donde por si la carta fuera interceptada.

Nos hemos enterado de que Lucius va a ser llevado a juicio, y vamos a acudir. Espero verte a la salida del palacio de justicia (no sé si sabrás que es subterráneo), esperaré frente a una casa vieja y abandonada, frente a una tienda de aparatos muggles.

Remus estará conmigo.

Ten mucho cuidado y no te separes de Weasley o de Dumbledore, no quiero que corras riesgos, la sala estará llena de mortífagos.

Lupin te envía recuerdos.

Nos vemos                 

                                               Sirius

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Harry recordaba la sala de la que Sirius hablaba.

La había visto el año pasado, en el pensadero de Dumbledore. Allí habían ido sucediéndose una larga serie de condenas y acusaciones por parte de todos los mortífagos y de los que habían obrado a favor del lado oscuro.

Al lado de la carta, había un pequeño paquete.

Harry abrió el envoltorio que lo cubría, y pudo leer en la caja “POLVOS FLU, Viaja a través de las llamas”.

Los contempló con curiosidad. Había utilizado esos polvos un par de veces antes, con los Weasley, aunque no eran su medio favorito para viajar.

Se echaban sobre las llamas de la chimenea, que tornándose de diferentes colores, parecían tragar a la persona que se situaba en frente de ellas y decía en voz alta y clara el nombre del lugar adonde quería ir.

 

Harry miró somnoliento su despertador. Era la una de la mañana.

Guardó todos sus regalos bajo la tabla suelta, y se acostó, pensando en sus amigos.

 

A la mañana siguiente, bajó a desayunar.

Los Dursley, ni se inmutaron ante su entrada en la cocina. Habían pasado por alto todos sus cumpleaños desde su entrada en Hogwarts, y Harry no pensaba que este año fuera a ser diferente.

 

Tío Vernon leía el periódico, murmurando de vez en cuando: mmm y ohh. Era un hombre con una gran papada, bigote y de grandes dimensiones, aunque no comparable con su hijo Dudley. Tía Petunia, sin embargo, era delgada y rubia, y su cara recordaba a la de un caballo. Dudley, su primo, estaba sentado tomando su abundante desayuno. La dieta habia tenido unos resultados tan inútiles, que por decisión de tío Vernon, habían vuelto a la normalidad. Dudley seguía ocupando, todo el largo de una mesa y miraba la televisión con sus pequeños ojos de cerdito.

 

Cuando tío Vernon se levantó de la mesa, Harry lo siguió hasta el salón.

 -¿Qué quieres? –  Gruñó con su tono especial para Harry

 

Harry lo miró, como dudando de lo que iba a decir. Debía escoger bien sus palabras. No podía mencionar nada relacionado con la magia o su tío se enfadaría.

-            Ehh.... Ron, me ha escrito...

-            ¿Ron? – Preguntó el señor Dursley con aspecto huraño

-            El chico pelirrojo que me invitó a los Mundiales de quid... nuestro deporte.

-            ¿Y qué quería?

-            Me ha invitado a ir a un... – Harry dudó. Si decía que iba a ir a un juicio, su tío no le dejaría -  ... un par de días en su casa. ¿Puedo ir?

-            ¿Vendrán a recogerte?

 

Harry pensó en el regalo de su padrino. Con los polvos flu podría llegar hasta la madriguera. Sólo tendría que ocuparse de desatrancar la chimenea, y pedirle al padre de Ron que la conectara a la red Flu.

-  No hace falta, puedo irme yo solo.

 

Tío Vernon lo miró con la cara desafiante.

Le habría encantado no dejarle ir, pero enseguida vino a su mente el recuerdo del padrino de Harry. Además, sería divertido ver a Harry sin saber qué hacer para marcharse, porque seguro que se había inventado cualquier cosa para que no tuvieran que recogerlo.

-  Está bien. ¿Cuándo será?

-  El viernes de la semana que viene. Volveré el Domingo

 

Harry corrió por las escaleras antes de que su tío se arrepintiera.

Tomó un trozo de pergamino y empezó a escribir la contestación a Ron:

 

Hola Ron:

Mis tíos me han dejado ir al juicio, no hace falta que me recojáis, puedo ir a la Madriguera con los polvos flu. Llegaré el viernes a las 12.

Dile a tu padre que conecte la chimenea de mis tíos a la red Flu, sino no podré llegar.

Gracias por el regalo, estaba chulísimo.

Te compadezco por lo de Percy, mis tíos no son mucho más soportables.

Sabía que algún día cogerían a esa rata de Malfoy. Felicita a tu padre de mi parte.

Recuerdos a todos     

                                                                       Harry

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Harry releyó la carta, y se dirigió a la jaula de Hedwig, que estiró la pata orgullosa de que le encomendaran una misión.

- Ya sabes, Hedwig, llévale esto a Ron.

 

   

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