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Capitulo 6 Capitulo 7

 

EL  JUICIO

CAPÍTULO III

 

Llegaron a la extraña calle, mitad maga, mitad muggle, y se adentraron en el pasillo subterráneo que los condujo a la sala de juicios.

Ron y Hermione miraron alrededor admirados, pero Harry se contentó con buscar con la vista un banco libre.

Pronto lo encontró.

Aunque era temprano, en la sala semicircular reinaba un gran bullicio.

Los tres amigos se sentaron en sus sitios, mientras el señor Weasley echaba una mirada desconfiada a su alrededor.

En efecto, Sirius no se había equivocado. Harry pudo ver a muchos de los mortífagos que el año pasado le habían estado rodeando y riéndose de él mientras el Señor Tenebroso lo torturaba.

Allí estaban los amigos del señor Malfoy, el señor Crabbe, Goyle, Nott...

Estaban todos los que permanecían conservando una posición importante en el ministerio, y no habían sido descubiertos como mortífagos, aunque Harry había dicho los nombres de todos los que vio la última vez que se enfrentó contra Voldemort.

Lo miraron amenazadoramente, con la ira pintada en sus ojos, ya que aunque hubieran deseado matarle, más en frente de todos los magos del ministerio y del mismo ministro, les era totalmente imposible.

Aún así, Harry se sentó con una disimulada preocupación, y lanzó significativas miradas a Hermione y Ron, que se agitaron nerviosos en sus asientos.

 

La sala semicircular empezó a llenarse cada vez más. De repente, se abrió una puerta y todo el mundo volvió su cabeza en silencio.

El señor Malfoy, seguido por un mago, que no por dementores, ya que todavía no había ido a la cárcel, llegó a la silla que se alzaba en una pequeña tarima y se sentó en ella sin que se reflejara en su rostro ninguna simple mirada de preocupación.

Cuando Malfoy estuvo sentado, y sin que las cadenas de la silla lo apresaran (como muy bien pudo comprobar Harry), entró en la sala Cornelius Fudge, el ministro de magia, con una túnica larga y negra, que incluso arrastraba por el suelo.

-  No sabía que el ministro de magia fuera el propio juez – Dijo Harry.

-    ¿Por qué no debería serlo? – Preguntó su amigo extrañado, ya que él no había visto nada en el pensadero de Dumbledore.

-    No sé. Cuando el año pasado entré buscando a Dumbledore en su despacho, en su pensadero presencié algunos juicios, y el juez no era el actual ministro de magia, si  no Bartemius Crouch.

-    Qué extraño... – Dijo Hermione, pero no pudo seguir hablando, porque un ruido seco sonó, anunciando que cesaran incluso los más leves susurros.

 

Hermione calló avergonzada , y miró hacia el estrado, donde Cornelius Fudge había provocado el ruido con su varita.

El ministro de magia, aclaró su garganta y pronunció con voz alta y clara, aunque tal vez no demasiado severa:

-    Buenos días a todos los presentes. Estamos aquí para juzgar al Señor Lucius Malfoy, un hombre respetable que trabaja para el ministerio, y que da generosas aportarciones para buenas causas, todo hay que decirlo... Pero en fin, al que se le ha encontrado poseedor de artefactos altamente tenebrosos...

 

En ese momento el señor Malfoy rompió el silencio en el que había permanecido desde que había entrado en la sala, y con su horrible y áspera voz dijo:

-    Como muy bien ya sabe nuestro ministro de magia y el departamento reciénmente creado, para los magos encontrados con relación a las Artes Oscuras, yo ignoraba por completo que esos artefactos se encontraban en mi casa. Tengo que reconocer, que estuve completamente sorprendido cuando nuestro querido señor Weasley entró en mi casa con una orden de registro y tras una media hora de laboriosa investigación, encontró bajo el suelo del salón principal de mi mansión, una pequeña trampilla que se dirigía a un sótano cuya existencia ignoraba completamente. Pero mi sorpresa aún fue mayor, cuando empezaron a sacar objetos oscuros y altamente peligrosos. Si quieren comprobarlo, estoy seguro de que no podrán hallar mis huellas en él, ya que desconocía completamente que se encontraban aquí.

 

Harry frunció el ceño. El jucio no estaba desarrollándose como él había creído. Estaba seguro de que el señor Malfoy ya se habría encargado de borrar con algún poderoso conjuro oscuro, o incluso con la ayuda de su maestro, Voldemort, cualquier huella que lo delatara.

Además, Fudge apenas se molestaba en ocultar el enorme aprecio que le tenía a Lucius, o mejor dicho, a sus “generosas aportaciones”.

Fudge parecía completamente convencido de que Malfoy era inocente, y creería cualquier cosa que éste le contara, con tal de que el ministerio no se privara de su dinero.

 

Mientras pensaba todo esto, Harry volvió la cabeza y vio en las escaleras que llevaban al exterior, una sombra grande de un perro negro. Harry se alegró y habría querido saludar a su padrino, de no ser porque sería muy sospechoso que se levantara a saludar a un perro, y probablemente podría poner a Sirius en un aprieto.

Aunque los magos del ministerio, a excepción de los señores Weasley, no sabían que Sirius era un animago, Harry sabía que había un encantamiento para obligar a un animago a convertirse en humano. Lo había visto cuando estaba en tercer curso, y su padrino y el profesor Lupin habían obligado a Colagusano a transformarse.

 

Así, que sin más que un susurro para Hermione y Ron, indicándoles que estaba allí, Harry no pudo hacer más que volverse de nuevo hacia delante, hacia la tarima en la que Cornelius Fudge miraba a Malfoy con una mirada casi amistosa.

 

Mientras el ministro discutía en voz baja con los magos, para referir su veredicto, Harry echó otra mirada a la abarrotada sala de juicios.

Además de los mortífagos, allí, en una esquina estaba sentado el profesor Dumbledore, mirando la situación interesado.

 

El año pasado, cuando Harry se enfrentó a Lord Voldemort, había dicho al director de la escuela de magia, los nombres de algunos de los mortífagos, y aunque éste lo había creído, no así el ministro de magia.

Fudge había reaccionado muy impropiamente como ministro, pues se había negado a creer que el Señor Tenebroso estaba de vuelta.

 

Aunque los hechos durante el verano lo habían hecho cambiar de opinión, Fudge seguía pensado que Harry era un niño transtornado que sólo buscaba el afecto de los demás, y que inventaba cosas con tal de llamar la atención.

Eso era exactamente lo que aquella asquerosa periodista, Rita Skeeter, había escrito sobre él, haciendo a todo el mundo creer que su cicatriz le hacía desvariar a menudo.

 

Así que Dumbledore debía saber que el señor Mafoy era culpable, aunque no se le hubiera pillado en plena acción, sino simplemente en posesión de algunos objetos, que, probablemente había guardado cuando Voldemort cayó.

 

Mientras Harry pensaba todas estas cosas, Cornelius Fudge se levantó del estrado, y dirigiéndose al público dijo:

-   Mis estimados miembros de la comunidad mágica, - dijo mientras se aclaraba la garganta – El jurado aquí presente y yo, nos hemos retirado a deliverar y hemos llegado a la conclusión de que el señor Lucius Malfoy, acusado por Arthur Weasley de poseer una gran colección de objetos oscuros, bajo el suelo del salón de su casa, es...

Harry cruzó los dedos en los bolsillos de sus vaqueros, esperando oír la respuesta favorable.

-   ... inocente. – Dijo al fin Fudge con una mirada gloriosa, sin preocuparse en disimular para nada que la decisión tomada era de su agrado.

 

En ese momento los tres amigos se volvieron al señor Weasley que contemplaba con evidente desagrado la escena ocurrida ante los ojos de los magos.Lucius

Lucius Malfoy se levantó del asiento, y los magos que lo rodeaban dejaron de impedirle el paso. Se acercó al estrado donde Fudge descansaba con una sonrisa resplandeciente. Allí, todos pudieron ver con gran desagrado como ambos se estrechaban las manos, y establecían una calurosa conversación.

 

Por un suave ladrido, Harry recordó que su padrino lo esperaba, así que se acercó al señor Weasley y dijo:

-   Mi padrino me está esperando fuera. ¿Esperarán hasta que termine de hablar con él?

-   Por supuesto. Iremos a la heladrería muggle que hay en la calle.

-   ¿Están seguros de que sabrán apañárselas con el dinero muggle?

-   Nada más fácil- responió el señor Weasley, aunque Harry no se quedó muy tranquilo.

 

Harry, Hermione y Ron fueron a la puerta de la casa abandonada, esperando ver a su padrino.

En ese momento, oyeron el ladrido de Hocicos (así era como Sirius quería que le llamaran para no despertar sospechas), y al volverse para ver de dónde procedía, vieron que el gran perro les hacía señas para les siguieran al interior de la vieja casa, por la puerta del servicio.

 

Entraron en una cocina herrumbrosa y cubierta de polvo, y en ese momento oyeron la voz de Sirius, diciendo:

-   ¿Qué tal habéis pasado el verano?

 

Todos volvieron sus cabezas y vieron, donde antes estaba el gran perro negro, al padrino de Harry, que aunque menos demacrado que el año pasado, sus ojos reflejaban la misma preocupación.

En una esquina, Harry vio una sombra que se movía e hizo un movimiento repentino para ver de lo que se trataba.

-   No te preocupes, - dijo Sirius con una sonrisa en los labios – sólo se trata de un buen amigo al que conocéis

 

En ese momento, Lupin apareció por detrás de una puerta, co nuna gran sonrisa reflejada en su rostro, y saludó a los niños.

 

Todos empezaron a hablar precipitademente acerca del juicio, y de la manera en la que Malfoy había consegido escapar inmune.

 

Hablaron durante una larga media hora, sobre todo lo que había estado sucediendo durante le verano, hasta que Hermione, llevándose la mano al reloj,dijo:

-   ¿No creéis que deberíamos irnos ya?. Ron, tu familia tiene que estar esperándonos.

-   Sólo un momento – dijo Harry. - ¿Vas a volver al colegio?- dijo dirigiéndose a Lupin

-   Me temo que no. El motivo por el que me fui sigue presente. ¿Qué crees que dirían los padres de  los alumnos si supieran que el licántropo ha vuelto a dar clases en su colegio?

-   Pero.... – dijeron los tres a la vez - ¿Quién será nuestro profesor de Defensa contra las Artes Oscuras?

-   Será un amigo nuestro, que también lo era de tu padre. – dijo Sirius. – Creo que nunca lo habéis conocido, pero de cualquier modo lo conoceréis pronto.

-   ¿Es... – Hermione empezó una pregunta, pero Lupin la interrumpió diciendo:

-   Venga, chicos. Los señores Weasley os estarán esperando, y si alguien os ha visto entrar aquí, pensará que vuestra visita a esta casa abandonada se está prolongando, y quizá sienta curiosidad por venir a ver qué os ha pasado.

-   Está bien. – dijeron los tres a la vez – Entonces... nos vemos

 

Los amigos se fueron, un poco desilusionados porque el deseo de que Lupin fuera su nuevo profesor se había desvanecido por completo. Sin embargo, la idea de que sería un conocido por ellos, los animaba un poco.

 

Salieron de la casa abandonada por la misma puerta por la que habían entrado, y se dirigieron a la heladería, en el mismo momento en el que el padre de Ron empezaba a discutir (con una voz un poco subida de tono), acerca del cambio que la camarera le había dado.

 

Hermione se acercó corriendo, y arregló las cosas con el señor Weasley  y la camarera, que empezaba a ponerse nerviosa.

 

Tras este pequeño altercado, vieron que el director de Hogwarts se acercaba, por lo que decidieron ir a preguntarle si dejarían a Harry quedarse en “La Madriguera” hasta el final de las vacaciones.

-  Venga profesor... – dijeron Ron y Hermione a la vez – Si de todos modos sólo quedan un par de semanas para que volvamos al colegio.

-  No sé... – dijo Dumbledore pensativo, enroscándose su barba con los dedos - ... Ya sabes que las cosas están muy peligrosas para ti, muchacho.

-  Sí, pero... – dijo Harry – le aseguro que con los Dursley moriré mucho antes. No importa que protección tenga Privet Drive, los Dursley se encargan de destruirla.

 

Dumbledore miró a los chicos con mirada seria, pero después de pensarlo un poco, les sonrió.

-   Eso quiere decir... – dijo Ron empezándose a alegrarse.

-   Está bien, - repitió el profesor. Pero tienes que prometerme que no te moverás de la mirada del señor Weaslaey en ningún momento.

-   Muy bien – dijo Harry con una sonrisa en los labios

-   Entonces hasta el uno de Septiembre – dijo Dumbledore – Espero que no hagáis muchas locuras para entonces.

 

-   Seremos buenos chicos – dijeron los tres a la vez, y se alejaron rápidamente, hacia donde el señor Weasley esperaba pacientemente.

 

Todos muy contentos, volvieron a los coches del ministerio, que los esperaban en una esquina para pasar desapercibidos.

Harry cruzó los dedos en los bolsillos de sus vaqueros, esperando oír la respuesta favorable.

-   ... inocente. – Dijo al fin Fudge con una mirada gloriosa, sin preocuparse en disimular para nada que la decisión tomada era de su agrado.

 

En ese momento los tres amigos se volvieron al señor Weasley que contemplaba con evidente desagrado la escena ocurrida ante los ojos de los magos.Lucius

Lucius Malfoy se levantó del asiento, y los magos que lo rodeaban dejaron de impedirle el paso. Se acercó al estrado donde Fudge descansaba con una sonrisa resplandeciente. Allí, todos pudieron ver con gran desagrado como ambos se estrechaban las manos, y establecían una calurosa conversación.

 

Por un suave ladrido, Harry recordó que su padrino lo esperaba, así que se acercó al señor Weasley y dijo:

-   Mi padrino me está esperando fuera. ¿Esperarán hasta que termine de hablar con él?

-   Por supuesto. Iremos a la heladrería muggle que hay en la calle.

-   ¿Están seguros de que sabrán apañárselas con el dinero muggle?

-   Nada más fácil- responió el señor Weasley, aunque Harry no se quedó muy tranquilo.

 

Harry, Hermione y Ron fueron a la puerta de la casa abandonada, esperando ver a su padrino.

En ese momento, oyeron el ladrido de Hocicos (así era como Sirius quería que le llamaran para no despertar sospechas), y al volverse para ver de dónde procedía, vieron que el gran perro les hacía señas para les siguieran al interior de la vieja casa, por la puerta del servicio.

 

Entraron en una cocina herrumbrosa y cubierta de polvo, y en ese momento oyeron la voz de Sirius, diciendo:

-   ¿Qué tal habéis pasado el verano?

 

Todos volvieron sus cabezas y vieron, donde antes estaba el gran perro negro, al padrino de Harry, que aunque menos demacrado que el año pasado, sus ojos reflejaban la misma preocupación.

En una esquina, Harry vio una sombra que se movía e hizo un movimiento repentino para ver de lo que se trataba.

-   No te preocupes, - dijo Sirius con una sonrisa en los labios – sólo se trata de un buen amigo al que conocéis

 

En ese momento, Lupin apareció por detrás de una puerta, co nuna gran sonrisa reflejada en su rostro, y saludó a los niños.

 

Todos empezaron a hablar precipitademente acerca del juicio, y de la manera en la que Malfoy había consegido escapar inmune.

 

Hablaron durante una larga media hora, sobre todo lo que había estado sucediendo durante le verano, hasta que Hermione, llevándose la mano al reloj,dijo:

-   ¿No creéis que deberíamos irnos ya?. Ron, tu familia tiene que estar esperándonos.

-   Sólo un momento – dijo Harry. - ¿Vas a volver al colegio?- dijo dirigiéndose a Lupin

-   Me temo que no. El motivo por el que me fui sigue presente. ¿Qué crees que dirían los padres de  los alumnos si supieran que el licántropo ha vuelto a dar clases en su colegio?

-   Pero.... – dijeron los tres a la vez - ¿Quién será nuestro profesor de Defensa contra las Artes Oscuras?

-   Será un amigo nuestro, que también lo era de tu padre. – dijo Sirius. – Creo que nunca lo habéis conocido, pero de cualquier modo lo conoceréis pronto.

-   ¿Es... – Hermione empezó una pregunta, pero Lupin la interrumpió diciendo:

-   Venga, chicos. Los señores Weasley os estarán esperando, y si alguien os ha visto entrar aquí, pensará que vuestra visita a esta casa abandonada se está prolongando, y quizá sienta curiosidad por venir a ver qué os ha pasado.

-   Está bien. – dijeron los tres a la vez – Entonces... nos vemos

 

Los amigos se fueron, un poco desilusionados porque el deseo de que Lupin fuera su nuevo profesor se había desvanecido por completo. Sin embargo, la idea de que sería un conocido por ellos, los animaba un poco.

 

Salieron de la casa abandonada por la misma puerta por la que habían entrado, y se dirigieron a la heladería, en el mismo momento en el que el padre de Ron empezaba a discutir (con una voz un poco subida de tono), acerca del cambio que la camarera le había dado.

 

Hermione se acercó corriendo, y arregló las cosas con el señor Weasley  y la camarera, que empezaba a ponerse nerviosa.

 

Tras este pequeño altercado, vieron que el director de Hogwarts se acercaba, por lo que decidieron ir a preguntarle si dejarían a Harry quedarse en “La Madriguera” hasta el final de las vacaciones.

-  Venga profesor... – dijeron Ron y Hermione a la vez – Si de todos modos sólo quedan un par de semanas para que volvamos al colegio.

-  No sé... – dijo Dumbledore pensativo, enroscándose su barba con los dedos - ... Ya sabes que las cosas están muy peligrosas para ti, muchacho.

-  Sí, pero... – dijo Harry – le aseguro que con los Dursley moriré mucho antes. No importa que protección tenga Privet Drive, los Dursley se encargan de destruirla.

 

Dumbledore miró a los chicos con mirada seria, pero después de pensarlo un poco, les sonrió.

-   Eso quiere decir... – dijo Ron empezándose a alegrarse.

-   Está bien, - repitió el profesor. Pero tienes que prometerme que no te moverás de la mirada del señor Weaslaey en ningún momento.

-   Muy bien – dijo Harry con una sonrisa en los labios

-   Entonces hasta el uno de Septiembre – dijo Dumbledore – Espero que no hagáis muchas locuras para entonces.

 

-   Seremos buenos chicos – dijeron los tres a la vez, y se alejaron rápidamente, hacia donde el señor Weasley esperaba pacientemente.

 

Todos muy contentos, volvieron a los coches del ministerio, que los esperaban en una esquina para pasar desapercibidos.  

 

 

 

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