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EL
JUICIO
CAPÍTULO III
Llegaron a la extraña calle, mitad maga,
mitad muggle, y se adentraron en el pasillo subterráneo que los condujo a la
sala de juicios.
Ron y Hermione miraron alrededor admirados,
pero Harry se contentó con buscar con la vista un banco libre.
Pronto lo encontró.
Aunque era temprano, en la sala semicircular
reinaba un gran bullicio.
Los tres amigos se sentaron en sus sitios,
mientras el señor Weasley echaba una mirada desconfiada a su alrededor.
En efecto, Sirius no se había equivocado.
Harry pudo ver a muchos de los mortífagos que el año pasado le habían estado
rodeando y riéndose de él mientras el Señor Tenebroso lo torturaba.
Allí estaban los amigos del señor Malfoy, el
señor Crabbe, Goyle, Nott...
Estaban todos los que permanecían conservando
una posición importante en el ministerio, y no habían sido descubiertos como
mortífagos, aunque Harry había dicho los nombres de todos los que vio la última
vez que se enfrentó contra Voldemort.
Lo miraron amenazadoramente, con la ira
pintada en sus ojos, ya que aunque hubieran deseado matarle, más en frente de
todos los magos del ministerio y del mismo ministro, les era totalmente
imposible.
Aún así, Harry se sentó con una disimulada
preocupación, y lanzó significativas miradas a Hermione y Ron, que se agitaron
nerviosos en sus asientos.
La sala semicircular empezó a llenarse cada
vez más. De repente, se abrió una puerta y todo el mundo volvió su cabeza en
silencio.
El señor Malfoy, seguido por un mago, que no
por dementores, ya que todavía no había ido a la cárcel, llegó a la silla
que se alzaba en una pequeña tarima y se sentó en ella sin que se reflejara en
su rostro ninguna simple mirada de preocupación.
Cuando Malfoy estuvo sentado, y sin que las
cadenas de la silla lo apresaran (como muy bien pudo comprobar Harry), entró en
la sala Cornelius Fudge, el ministro de magia, con una túnica larga y negra,
que incluso arrastraba por el suelo.
- No
sabía que el ministro de magia fuera el propio juez – Dijo Harry.
-
¿Por qué no debería serlo? – Preguntó su amigo extrañado, ya que
él no había visto nada en el pensadero de Dumbledore.
-
No sé. Cuando el año pasado entré buscando a Dumbledore en su
despacho, en su pensadero presencié algunos juicios, y el juez no era el actual
ministro de magia, si no Bartemius
Crouch.
-
Qué extraño... – Dijo Hermione, pero no pudo seguir hablando, porque
un ruido seco sonó, anunciando que cesaran incluso los más leves susurros.
Hermione calló avergonzada , y miró hacia el
estrado, donde Cornelius Fudge había provocado el ruido con su varita.
El ministro de magia, aclaró su garganta y
pronunció con voz alta y clara, aunque tal vez no demasiado severa:
- Buenos días a todos los presentes. Estamos aquí para juzgar al Señor Lucius Malfoy, un hombre respetable que trabaja para el ministerio, y que da generosas aportarciones para buenas causas, todo hay que decirlo... Pero en fin, al que se le ha encontrado poseedor de artefactos altamente tenebrosos...
En ese momento el señor Malfoy rompió el silencio en el que había permanecido desde que había entrado en la sala, y con su horrible y áspera voz dijo:
- Como muy bien ya sabe nuestro ministro de magia y el departamento reciénmente creado, para los magos encontrados con relación a las Artes Oscuras, yo ignoraba por completo que esos artefactos se encontraban en mi casa. Tengo que reconocer, que estuve completamente sorprendido cuando nuestro querido señor Weasley entró en mi casa con una orden de registro y tras una media hora de laboriosa investigación, encontró bajo el suelo del salón principal de mi mansión, una pequeña trampilla que se dirigía a un sótano cuya existencia ignoraba completamente. Pero mi sorpresa aún fue mayor, cuando empezaron a sacar objetos oscuros y altamente peligrosos. Si quieren comprobarlo, estoy seguro de que no podrán hallar mis huellas en él, ya que desconocía completamente que se encontraban aquí.
Harry frunció el ceño. El jucio no estaba desarrollándose como él había creído. Estaba seguro de que el señor Malfoy ya se habría encargado de borrar con algún poderoso conjuro oscuro, o incluso con la ayuda de su maestro, Voldemort, cualquier huella que lo delatara.
Además, Fudge apenas se molestaba en ocultar el enorme aprecio que le tenía a Lucius, o mejor dicho, a sus “generosas aportaciones”.
Fudge parecía completamente convencido de que Malfoy era inocente, y creería cualquier cosa que éste le contara, con tal de que el ministerio no se privara de su dinero.
Mientras pensaba todo esto, Harry volvió la cabeza y vio en las escaleras que llevaban al exterior, una sombra grande de un perro negro. Harry se alegró y habría querido saludar a su padrino, de no ser porque sería muy sospechoso que se levantara a saludar a un perro, y probablemente podría poner a Sirius en un aprieto.
Aunque los magos del ministerio, a excepción de los señores Weasley, no sabían que Sirius era un animago, Harry sabía que había un encantamiento para obligar a un animago a convertirse en humano. Lo había visto cuando estaba en tercer curso, y su padrino y el profesor Lupin habían obligado a Colagusano a transformarse.
Así, que sin más que un susurro para Hermione y Ron, indicándoles que estaba allí, Harry no pudo hacer más que volverse de nuevo hacia delante, hacia la tarima en la que Cornelius Fudge miraba a Malfoy con una mirada casi amistosa.
Mientras el ministro discutía en voz baja con los magos, para referir su veredicto, Harry echó otra mirada a la abarrotada sala de juicios.
Además de los mortífagos, allí, en una esquina estaba sentado el profesor Dumbledore, mirando la situación interesado.
El año pasado, cuando Harry se enfrentó a Lord Voldemort, había dicho al director de la escuela de magia, los nombres de algunos de los mortífagos, y aunque éste lo había creído, no así el ministro de magia.
Fudge había reaccionado muy impropiamente como ministro, pues se había negado a creer que el Señor Tenebroso estaba de vuelta.
Aunque los hechos durante el verano lo habían hecho cambiar de opinión, Fudge seguía pensado que Harry era un niño transtornado que sólo buscaba el afecto de los demás, y que inventaba cosas con tal de llamar la atención.
Eso era exactamente lo que aquella asquerosa periodista, Rita Skeeter, había escrito sobre él, haciendo a todo el mundo creer que su cicatriz le hacía desvariar a menudo.
Así que Dumbledore debía saber que el señor Mafoy era culpable, aunque no se le hubiera pillado en plena acción, sino simplemente en posesión de algunos objetos, que, probablemente había guardado cuando Voldemort cayó.
Mientras Harry pensaba todas estas cosas, Cornelius Fudge
se levantó del estrado,
y dirigiéndose al público dijo:
- Mis
estimados miembros de la comunidad mágica, - dijo mientras se aclaraba la
garganta – El jurado aquí presente y yo, nos hemos retirado a deliverar y
hemos llegado a la conclusión de que el señor Lucius Malfoy, acusado por
Arthur Weasley de poseer una gran colección de objetos oscuros, bajo el suelo
del salón de su casa, es...
Harry
cruzó los dedos en los bolsillos de sus vaqueros, esperando oír la respuesta
favorable.
- ...
inocente. – Dijo al fin Fudge con una mirada gloriosa, sin preocuparse en
disimular para nada que la decisión tomada era de su agrado.
En
ese momento los tres amigos se volvieron al señor Weasley que contemplaba con
evidente desagrado la escena ocurrida ante los ojos de los magos.Lucius
Lucius
Malfoy se levantó del asiento, y los magos que lo rodeaban dejaron de impedirle
el paso. Se acercó al estrado donde Fudge descansaba con una sonrisa
resplandeciente. Allí, todos pudieron ver con gran desagrado como ambos se
estrechaban las manos, y establecían una calurosa conversación.
Por
un suave ladrido, Harry recordó que su padrino lo esperaba, así que se acercó
al señor Weasley y dijo:
- Mi
padrino me está esperando fuera. ¿Esperarán hasta que termine de hablar con
él?
- Por
supuesto. Iremos a la heladrería muggle que hay en la calle.
- ¿Están
seguros de que sabrán apañárselas con el dinero muggle?
- Nada
más fácil- responió el señor Weasley, aunque Harry no se quedó muy
tranquilo.
Harry,
Hermione y Ron fueron a la puerta de la casa abandonada, esperando ver a su
padrino.
En
ese momento, oyeron el ladrido de Hocicos (así era como Sirius quería que le
llamaran para no despertar sospechas), y al volverse para ver de dónde procedía,
vieron que el gran perro les hacía señas para les siguieran al interior de la
vieja casa, por la puerta del servicio.
Entraron
en una cocina herrumbrosa y cubierta de polvo, y en ese momento oyeron la voz de
Sirius, diciendo:
- ¿Qué
tal habéis pasado el verano?
Todos
volvieron sus cabezas y vieron, donde antes estaba el gran perro negro, al
padrino de Harry, que aunque menos demacrado que el año pasado, sus ojos
reflejaban la misma preocupación.
En
una esquina, Harry vio una sombra que se movía e hizo un movimiento repentino
para ver de lo que se trataba.
- No
te preocupes, - dijo Sirius con una sonrisa en los labios – sólo se trata de
un buen amigo al que conocéis
En
ese momento, Lupin apareció por detrás de una puerta, co nuna gran sonrisa
reflejada en su rostro, y saludó a los niños.
Todos
empezaron a hablar precipitademente acerca del juicio, y de la manera en la que
Malfoy había consegido escapar inmune.
Hablaron
durante una larga media hora, sobre todo lo que había estado sucediendo durante
le verano, hasta que Hermione, llevándose la mano al reloj,dijo:
- ¿No
creéis que deberíamos irnos ya?. Ron, tu familia tiene que estar esperándonos.
- Sólo
un momento – dijo Harry. - ¿Vas a volver al colegio?- dijo dirigiéndose a
Lupin
- Me
temo que no. El motivo por el que me fui sigue presente. ¿Qué crees que dirían
los padres de los alumnos si
supieran que el licántropo ha vuelto a dar clases en su colegio?
- Pero....
– dijeron los tres a la vez - ¿Quién será nuestro profesor de Defensa
contra las Artes Oscuras?
- Será
un amigo nuestro, que también lo era de tu padre. – dijo Sirius. – Creo que
nunca lo habéis conocido, pero de cualquier modo lo conoceréis pronto.
- ¿Es...
– Hermione empezó una pregunta, pero Lupin la interrumpió diciendo:
- Venga,
chicos. Los señores Weasley os estarán esperando, y si alguien os ha visto
entrar aquí, pensará que vuestra visita a esta casa abandonada se está
prolongando, y quizá sienta curiosidad por venir a ver qué os ha pasado.
- Está
bien. – dijeron los tres a la vez – Entonces... nos vemos
Los
amigos se fueron, un poco desilusionados porque el deseo de que Lupin fuera su
nuevo profesor se había desvanecido por completo. Sin embargo, la idea de que
sería un conocido por ellos, los animaba un poco.
Salieron
de la casa abandonada por la misma puerta por la que habían entrado, y se
dirigieron a la heladería, en el mismo momento en el que el padre de Ron
empezaba a discutir (con una voz un poco subida de tono), acerca del cambio que
la camarera le había dado.
Hermione
se acercó corriendo, y arregló las cosas con el señor Weasley
y la camarera, que empezaba a ponerse nerviosa.
Tras
este pequeño altercado, vieron que el director de Hogwarts se acercaba, por lo
que decidieron ir a preguntarle si dejarían a Harry quedarse en “La
Madriguera” hasta el final de las vacaciones.
-
Venga profesor... – dijeron Ron y Hermione a la vez – Si de todos
modos sólo quedan un par de semanas para que volvamos al colegio.
-
No sé... – dijo Dumbledore pensativo, enroscándose su barba con los
dedos - ... Ya sabes que las cosas están muy peligrosas para ti, muchacho.
-
Sí, pero... – dijo Harry – le aseguro que con los Dursley moriré
mucho antes. No importa que protección tenga Privet Drive, los Dursley se
encargan de destruirla.
Dumbledore
miró a los chicos con mirada seria, pero después de pensarlo un poco, les
sonrió.
- Eso
quiere decir... – dijo Ron empezándose a alegrarse.
- Está
bien, - repitió el profesor. Pero tienes que prometerme que no te moverás de
la mirada del señor Weaslaey en ningún momento.
- Muy
bien – dijo Harry con una sonrisa en los labios
- Entonces
hasta el uno de Septiembre – dijo Dumbledore – Espero que no hagáis muchas
locuras para entonces.
- Seremos
buenos chicos – dijeron los tres a la vez, y se alejaron rápidamente, hacia
donde el señor Weasley esperaba pacientemente.
Todos
muy contentos, volvieron a los coches del ministerio, que los esperaban en una
esquina para pasar desapercibidos.
Harry
cruzó los dedos en los bolsillos de sus vaqueros, esperando oír la respuesta
favorable.
- ...
inocente. – Dijo al fin Fudge con una mirada gloriosa, sin preocuparse en
disimular para nada que la decisión tomada era de su agrado.
En
ese momento los tres amigos se volvieron al señor Weasley que contemplaba con
evidente desagrado la escena ocurrida ante los ojos de los magos.Lucius
Lucius
Malfoy se levantó del asiento, y los magos que lo rodeaban dejaron de impedirle
el paso. Se acercó al estrado donde Fudge descansaba con una sonrisa
resplandeciente. Allí, todos pudieron ver con gran desagrado como ambos se
estrechaban las manos, y establecían una calurosa conversación.
Por
un suave ladrido, Harry recordó que su padrino lo esperaba, así que se acercó
al señor Weasley y dijo:
- Mi
padrino me está esperando fuera. ¿Esperarán hasta que termine de hablar con
él?
- Por
supuesto. Iremos a la heladrería muggle que hay en la calle.
- ¿Están
seguros de que sabrán apañárselas con el dinero muggle?
- Nada
más fácil- responió el señor Weasley, aunque Harry no se quedó muy
tranquilo.
Harry,
Hermione y Ron fueron a la puerta de la casa abandonada, esperando ver a su
padrino.
En
ese momento, oyeron el ladrido de Hocicos (así era como Sirius quería que le
llamaran para no despertar sospechas), y al volverse para ver de dónde procedía,
vieron que el gran perro les hacía señas para les siguieran al interior de la
vieja casa, por la puerta del servicio.
Entraron
en una cocina herrumbrosa y cubierta de polvo, y en ese momento oyeron la voz de
Sirius, diciendo:
- ¿Qué
tal habéis pasado el verano?
Todos
volvieron sus cabezas y vieron, donde antes estaba el gran perro negro, al
padrino de Harry, que aunque menos demacrado que el año pasado, sus ojos
reflejaban la misma preocupación.
En
una esquina, Harry vio una sombra que se movía e hizo un movimiento repentino
para ver de lo que se trataba.
- No
te preocupes, - dijo Sirius con una sonrisa en los labios – sólo se trata de
un buen amigo al que conocéis
En
ese momento, Lupin apareció por detrás de una puerta, co nuna gran sonrisa
reflejada en su rostro, y saludó a los niños.
Todos
empezaron a hablar precipitademente acerca del juicio, y de la manera en la que
Malfoy había consegido escapar inmune.
Hablaron
durante una larga media hora, sobre todo lo que había estado sucediendo durante
le verano, hasta que Hermione, llevándose la mano al reloj,dijo:
- ¿No
creéis que deberíamos irnos ya?. Ron, tu familia tiene que estar esperándonos.
- Sólo
un momento – dijo Harry. - ¿Vas a volver al colegio?- dijo dirigiéndose a
Lupin
- Me
temo que no. El motivo por el que me fui sigue presente. ¿Qué crees que dirían
los padres de los alumnos si
supieran que el licántropo ha vuelto a dar clases en su colegio?
- Pero....
– dijeron los tres a la vez - ¿Quién será nuestro profesor de Defensa
contra las Artes Oscuras?
- Será
un amigo nuestro, que también lo era de tu padre. – dijo Sirius. – Creo que
nunca lo habéis conocido, pero de cualquier modo lo conoceréis pronto.
- ¿Es...
– Hermione empezó una pregunta, pero Lupin la interrumpió diciendo:
- Venga,
chicos. Los señores Weasley os estarán esperando, y si alguien os ha visto
entrar aquí, pensará que vuestra visita a esta casa abandonada se está
prolongando, y quizá sienta curiosidad por venir a ver qué os ha pasado.
- Está
bien. – dijeron los tres a la vez – Entonces... nos vemos
Los
amigos se fueron, un poco desilusionados porque el deseo de que Lupin fuera su
nuevo profesor se había desvanecido por completo. Sin embargo, la idea de que
sería un conocido por ellos, los animaba un poco.
Salieron
de la casa abandonada por la misma puerta por la que habían entrado, y se
dirigieron a la heladería, en el mismo momento en el que el padre de Ron
empezaba a discutir (con una voz un poco subida de tono), acerca del cambio que
la camarera le había dado.
Hermione
se acercó corriendo, y arregló las cosas con el señor Weasley
y la camarera, que empezaba a ponerse nerviosa.
Tras
este pequeño altercado, vieron que el director de Hogwarts se acercaba, por lo
que decidieron ir a preguntarle si dejarían a Harry quedarse en “La
Madriguera” hasta el final de las vacaciones.
-
Venga profesor... – dijeron Ron y Hermione a la vez – Si de todos
modos sólo quedan un par de semanas para que volvamos al colegio.
-
No sé... – dijo Dumbledore pensativo, enroscándose su barba con los
dedos - ... Ya sabes que las cosas están muy peligrosas para ti, muchacho.
-
Sí, pero... – dijo Harry – le aseguro que con los Dursley moriré
mucho antes. No importa que protección tenga Privet Drive, los Dursley se
encargan de destruirla.
Dumbledore
miró a los chicos con mirada seria, pero después de pensarlo un poco, les
sonrió.
- Eso
quiere decir... – dijo Ron empezándose a alegrarse.
- Está
bien, - repitió el profesor. Pero tienes que prometerme que no te moverás de
la mirada del señor Weaslaey en ningún momento.
- Muy
bien – dijo Harry con una sonrisa en los labios
- Entonces
hasta el uno de Septiembre – dijo Dumbledore – Espero que no hagáis muchas
locuras para entonces.
- Seremos
buenos chicos – dijeron los tres a la vez, y se alejaron rápidamente, hacia
donde el señor Weasley esperaba pacientemente.
Todos
muy contentos, volvieron a los coches del ministerio, que los esperaban en una
esquina para pasar desapercibidos.