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PRIMERA SEMANA
CAPÍTULO
VI
Llegaron
a los invernaderos, donde los de Hufflepuff ya esperaban sentados en las pequeñas
mesas.
Cuando
todos estuvieron situados, la profesora Sprout sacó de uno de los invernaderos
un diminuto tiesto, con una flor plateada y de forma bastante imprecisa.
La
profesora mostró el tiesto a toda la clase y dijo:
- ¿Veis
esta flor diminuta, de aspecto frágil y débil?. Pues os sorprendería saber la
cantidad de propiedades curativas que posee. Los lopuláceos poseen difrentes
propiedades, dependiendo de cómo las corteis y las preparéis. Por ejemplo, si
la arrancáis de raíz, y la machacais en un mortero hasta convertirloen un
polvo muy fino, cura resfriados, si cortáis sus hojas y las mezcláis con pus
de bubotérculo diluido, tendréis una pomada que aliviará las irritaciones de
la piel, si por el contrario la mezcláis con agua de rosas tendréis un remedio
contra los hechizos petrificadores.
Aunque
todo el mundo escuchaba atentamente, Harry Ron y Hermione no podían quitarse de
la cabeza como estaría el pobre Neville.
- ¿Creéis
que la señora Pomfrey averiguará que Neville no puedo contraer esa enfermedad
repentina en el colegio? – Preguntó Harry aún preocupado.
- De
todos modos nunca hace muchas preguntas, ya lo sabéis. Cuando Norberto me mordió
la mano y la señora Pomfrey la vio, ni siquiera me preguntó como me lo había
hecho, y eso que la mano tenía bastante mal aspecto.
La
profesora Sprout los miró con el ceño fruncido, y automáticamente cesaron de
hablar. Tras esto, les dio a cada dos flores.
Les
entregó una larga lista de las propiedas curativas de los lopulaceos, y le mandó
que se la aprendieran para la próxima clase, y como deberes tendrían que
preparar el remedio que más le gustara.
Les
dijo que en la lista tenían un par de remedio, pero que si querían encontrar más
los buscaran en la biblioteca, el más original tendría puntos el próximo día.
Llegaron
al gran Comedor quejándose de la gran catidad de trabajo que les habían
mandado para ser el primer día de clase.
- Bueno,
- dijo Hermione – ya sabéis que este año tenemos los TIMO, por lo que
tendremos que estudiar duro
- Sí,
- dijo Ron aún quejándose – pero podrían habernos dejado el primer día de
rélax.
- ¿Cómo creéis que estará Neville? – Preguntó Harry
- Vamos
a preguntárselo a la profesora McGonagall – Dijo Hermione – Seguramente
ella lo sabrá.
Se
acercaron a la profesora, y ella les dijo que Neville se encontraba mucho mejor,
y que con suerte se reincorporaría a las clases al día siguiente.
Bastante
más aliviados, continuaron el día sin pensar más en ello.
Pasaron
toda la tarde en la biblioteca, intentando descubrir nuevos usos para los
lopulaceos. Encontraron algunos bastante intersantes, y Hermione decidió
preparar un remedio contra la calvicie muy efectivo.
Por
su parte, Ron y Harry no tenían ni idea sobre qué hacerlo, ya que todos los
que encontaron les parecían demasiado tontos.
Al
final, Ron terminó haciendo una solución contra el hechizo de los fornúnculos,
mientras Harry contemplaba su planta sin saber qué hacer.
De
repente, se le ocurrió una idea, y salió corriendo de la biblioteca sin
decirle nada a sus amigos:
- ¿A
dónde vas? – Preguntó, pero no obtuvo ninguna respuesta.
Por
su parte, Harry sintió que algo lo llamaba instintivamente.
Sin
saber exactamente adonde se dirigía, salió del colegio, y llegó hasta las
orillas del lago.
De
repente, miró la arena amarilla que yacía en la orilla del lago, y a la que
nunca había prestado ninguna atención.
Pero
esta vez era diferente.
Con
su tubo de ensayos en la mano, recogió un puñado de la finísima arena, y
volvió a la biblioteca corriendo, donde sus amigos le esperaban asombrados por
su actitud.
Hermione
vio que en su mano, traía una muestra de la arena del lago, y sintió una
profunda curiosidad.
- ¿Por
qué has traído la arena?
- No
sé... algo me decía que sería un buen método para fabricar un remedio. Ni
siquiera sé como me vino a la mente la idea, pero simplemente la sentí. –
dijo Harry
- Entonces,
empieza a hacer el remedio. La verdad es que tengo curiosidad por saber como vas
a fabricarlo, ya que en todos estos libros no se menciona esa manera.
- Ya
te he dicho que no tengo ni idea de donde he podido sacar la idea. Pero por
supuesto, no estaba en ningún libro. Simplemente me vino a la cabeza.
Harry
se concentró en su proyecto, sin saber como empezar ni qué hacer. Cogió una
de las flores, y apartó la otra. Si el remedio no daba resultado, Harry siempre
tendría la otra flore para hacer algún remedio de los que venían en la lista.
Empezó
a machacar las hojas lentamente, mezclándolas con la savia de la misma flor,
hasta que obtuvo una especie de pasta, aunque demasiado líquida.
Tras
esto, puso el líquido en elbol, y empezó a añadir lentamente la arena.
En
el mismo momento en el que la arena tocó el líquido, sonó un “plop”, y la
mezcla tomó un color extraño, una especie de gris plateado.
- ¡Ya
la tengo!- Dijo Harry
- ¡Shhh!
– dijo la señora Pince desde su puesto, ya que con la emoción, Harry había
elevado demasiado la voz.
- ¿Qué
es lo que tienes? – Dijo su amiga.
- Creo
que he inventado una extraña forma para usar los lopuláceos. Mira el color que
ha tomado la mezcla.
- ¡Guau!
– dijo Ron. - ¿Para crees que servirá?
- No
tengo ni idea – Respondió Harry aún sosteniendo el bol, y mirándolo
sorprendido.
- Vamos
a descubrirlo – Dijo Hermione
Recogieron
sus cosas rápidamente y dejaron la biblioteca, para dirigirse a la sala común
de Gryfindor.
Allí,
al ver que estaba demasiado llena de gente estudiando o hablando, decidieron que
probarían el remedio cuando todo el mundo se fuera a la cama, sólo por si
resultaba peligroso o muy llamativo.
Cuando
por fin los gemelos Weasley se retiraron bostezando, los tres se reunieron en
torno a la diminuta pasta.
- ¿Cómo
averiguaremos para qué sirve? – Dijo Hermione muy nerviosa. – Es decir, que
quizá podría servir para cualquier cosa, y podríamos estar probando miles de
posibles formas, y nunca dar con la adecuada.
- Daremos
con ella –Dijo Ron tanjante - ¿Verdad Harry?
Pero
Harry, muy lejos de estar escuchando lo que sus amigo decían, contemplaba etrañado
la pasta plateada.
- No
sé por qué, pero el color me suena familiar... ¿Qué hemos visto que tenga
este color? – Preguntó Harry con el ceño fruncido.
De
repente, Hermione se movió bruscamente, nerviosa y dijo:
-
Ya sé, Harry... ¡La capa!
-
Es verdad – Dijo Harry – Mi capa invisible tiene ese color...
-
... ¿Y si...? – Dijeron los tres a la vez.
-
Probemos
Cada
uno de ellos, cogió una diminuto porción de la pasta con un dedo, y se la untó
en la mano.
En
ese momento, todas sus dudas quedaron confirmadas cuando la mano desapareció
completamente ante sus ojos.
-
¡Sí! –Dijeron Ron y Harry, pero Hermione siguió contemplando su
mano, asombrada.
-
Esperad... esta crema... no sólo vuelve invisible al que se la unta...
¡Mirad! – Dijo excitada, moviendo la mano por entre la mesa... - ¡También
oculta la materialidad de las personas!
-
Vaya... entonces es mucho mejor que la capa invisble, ya que no tendríamos
que preocuparnos en no hacer ruido.
-
Sí, pero ¿cómo haremos para volver a ser visibles? – Observó Ron
inteligentemente.
-
A lo mejor sólo hay que lavarla, para que se disuelva.
-
De todos modos, nunca tendríamos suficiente para todos. Las flores son
muy pequeñas, y estoy seguro de que la profesora Sprout nunca nos dará más.
– Dijo Ron
-
Hablando de la profesora... seguro que mañana te da muchísimos puntos.
Has inventado un remedio que no estaba ni en los libros...
-
¿Estás loca? – Dijeron Ron y Harry a la vez. – Es mejor que no
sepan que la hemos descubierto o no podremos disfrutar de sus posibilidades. Si
alguien sabe que existe, vigilarán muy de cerca el crecimiento de los lopuláceos,
ya que el ser invisible puede acarrear muchos problemas al ministerio.
-
Tenéis razón, - Dijo Hermione – Sólo estaba sugiriendo algo.
-
Bueno, yo me voy a la cama. Es la una de la mañana, casi no puedo
mantenerme sobre sí mismo.
Harry
y Hermione se miraron y asintieron. Se separaron al subir por las escaleras de
caracol, y llegaron a sus habitaciones.
Hary
se acostó, y pensó que había descubierto
algo que podría ser útil. Muy útil.
Iba
a decir por qué, pero el sueño le venció por completo.
A
la mañana siguiente, se encontraron en el Gran Hall, para tomar el desayuno,
todavía hablando de los lopuláceos.
Sin
embargo, ya no volverían a tener herbología hasta el viernes, por lo que le
daría tiempo a preparar algún otro remedio con la otra planta, y entregárselo
a la profesora Sprout.
Se
dirigieron al exterior, hacia la cabaña de Hagrid, donde tendría lugar la
clase de Cuidado de Criaturas Mágicas. Intentaron llegar antes de que sonara el
timbre del inicio de las clases, para poder tener tiempo de hablar con Hagrid,
ya que todavía no lo habían visto.
Tuvieron
suerte y llegaron antes que ninguno de Slytherin, ni nadie de su propia casa.
Hagrid parecía estar de muy buen humor y les invitó a unas galletas hechas por
él, que rechazaron muy amablemente, diciendo que habían comido demasiado en el
desayuno.
Cuando
le preguntaron que estudiarían hoy, Hagrid sonrió misteriosamente y dijo:
- Hoy
vamos a ver unas criaturas no muy conocidas y muy raras, pero que he podido
conseguir para la clase.
- ¿Qué
especie? – Preguntó Hermione.
- Si
os lo dijera ahora no sería ninguna sorpresa. – Contestó Hagrid sin dejar su
buen humor. – Ah... pero aquí llegan los demás. Vamos, no quiero que piensen
que no estoy.
Salieron
de la cabaña, y se dirigieron adonde los demás chicos de su clase y de
Slytherin esperaban.
Hagrid
sacó una gran caja marrón, en la que algo se movía.
Todos,
instintivamente, dieron un paso hacia atrás, y Malfoy exclamó con malicia:
- ¿Qué
bestia nos habrá preparado hoy? Claro, que tratándose de un gig...
Harry,
Ron y Hemione empezaron a hacer preguntas atropelladamente, y la voz de Malfoy
quedó ahogada, por lo que ahorraron a Hagrid escuchar lo que más le dolía.
La
madre de Hagrid había sido la giganta Fridwulfa, y según todos los informes,
los gigantes eran crueles y sanguinarios. Pero Hagrid, era una persona
bondadosa, amable, y de un gran corazón, aunque tal vez tuviera una gran
atracción por los más monstruosos animales.
Hagrid
hizo como que no había oído nada pero con un gesto calló a los tres.
Entonces,
antes de abrir la caja, dijo:
- Esto de aquí dentro es un Kneazle – dijo – No son peligrosos, es más, son muy buenas mascotas y detentan el peligro, pero son muy revoltosos, y no quería que se escapara antes de que lo viérais. Si queréis que un kneazle sea fiel tenéis que tratarlo con mucho cariño, y no insultarlo. Ahora abriré la caja y todos veréis al animal.
Un escalofrío recorrió la clase, ya que las palabras de Hagrid no los habían tranquilizado en absoluto.
Sin embargo, lo que vieron los tranquilizó, e incluso algunos dejaron escapar algunas risas por haberse dejado asustar por lo que tenían ante sus ojos.
La enorme bestia que todos habían esperado, se reducía a un gato de color castaño, moteado por manchas negras.
Algunas chicas dejaron exclamar algunas exclamaciones de admiración, y se acercaron rápidamente al kneazle.
Hermione sin embargo, se quedó en su lugar mirando extrañemente al animal.
Hagrid, empezó a advertir a todos para que tuvieran cuidado, ya que en raras ocasiones, los kneazles podían llegar a ser muy agresivos.
Al acabar la clase, todos estaban bastante contentos porque habían tenido una clase extrañamente agradable.
Sin embargo, Hermione seguía sin decir nada; se la veía silenciosa y pensativa.
Ron empezó a hablar para romper el silencio:
- Espero que las Clases de Cuidados de Criaturas Mágicas sigan así durante todo el curso. No me gustaría tener que enfrentarme con ninguna otra clase de escregutos.
Harry sonrió, pero Hermione no.
- ¿Qué te pasa? – Le preguntaron ambos a Hermione.
- Estoy pensando en Crockshaans.
- ¿Crockshaans?
- Sí... ¿no os habéis dado cuenta de que cumple absolutamente todas las características que se han nombrado en la clase?. Tiene manchas por todo el cuerpo, detecta el peligro... Con razón nadie lo quería en la tienda que lo compré.
- Ya te lo dije... – Dijo Ron desdeñoso
- No es por eso, me parece una mascota excelente, pero es que como ha dicho Hagrid, se necesita una licencia para tener el animal como mascota. Ya sabes que a veces causan muchos desvaríos porque pueden servir de espías para los dueños. La vendedora estaría tan desesperada por venderlo que ni siquiera me lo advirtió. Y pensar que si alguien lo descubre habría de pagar una multa...
- Bueno, si nadie lo ha descubierto hasta ahora, no creo que nadie lo haga. Lo has tenido durante un par de años y nadie te ha dicho nada, así que...
- Sí, pero aún así es un gran riesgo poseerlo. No sé si debería deshacerme de él...
- ¡¡¡Hermione!!! – Dijo Ron. - ¿Qué estás pensando?
- No me refería a matarlo ni nada por el estilo, no seáis tan..., simplemente creo que debería dejarle libre.
- No es una buena idea, y eso lo sabes. Cuando lo compraste aceptaste cuidarlo, y no estaría bien que lo dejaras ahora.
- Está bien, pero espero que nadie me diga nada.
- No lo harán.
La conversación sobre Crockshaans acabó ahí, aunque Hermione aún siguió preguntándose algún tiempo si aparecería alguna lechuza con noticias del ministerio, diciendo que la habían descubierto.
El jueves tuvieron que ir a la primera clase de adivinación del curso.
Se pusieron en camino, aún medio dormidos después de tomar el desayuno, hacia la torre norte, en donde tendrían la clase de adivinación.
Se separaron de Hermione, que iba a aritmancia, y llegaron al aula de adivinación, en la que olía a distintos perfumes, y que desprendía un calor insoportable.
Harry y Ron se sentaron en una de las pequeñas mesas de la esquina, para no estar muy cerca de la profesora Trewlaney y se pusieron a hablar en voz baja.
Cuando todos habían llegado a la clase, la profesora apareció por una puerta muy larga pero semi escondida, que debía de ser su despacho.
- Buenos días chicos. – Dijo en un susurro. – Bienvenidos de nuevo a adivinación, a la primera clase de este curso. Como presentía que ibáis a trar “El ojo interior”, podremos empezar a leer las líneas de las manos, pero en una manera mucho más especializada.
- Ohh, ¿cómo supo que íbamos a usar “El Ojo Interior”? – Susurró Ron con voz sarcástica – Me aombro por su inteligencia.
La profesora siguió hablando como si nada:
- La lectura de la mano, es una ciencia mucho más antigua que cualquier otra. Es decir, las bolas de cristal no fueron creadas hasta mucho más tarde, por lo que las adivinas en las épocas antiguas tenían que contentarse con averiguar lo que la manodes podía decir. Aunque parezca que no hay muchas salidas, las líneas dibujadas en las manos son mucho más precisas que cualquier otra señal de los cielos. Pero nosotros no sólo nos contentaremos con eso, - dijo la profesora Trewlaney al ver que la clase parecía relajarse por la facilidad de un ejercicio que ya habían practicado antes – vamos a combinarlos con el movimiento de las estrellas y de los astros, que si no muy mal recuerdo lo estudiamos el año pasado, para crear algo más que pura “suerte” como algunos de vosotros puedan pensar.
Como había dicho la profesora, leer las manos no se reducía a mirar las líneas representadas en ésta. Había que hacer un largo estudio, basado en el grosor, en la longitud, en la profundidad del surco. En definitiva, era bastante más difícil de lo que todos habían pensado.
Tras un largo rato mirando fijamente la mano de Harry, Ron dijo en voz alta:
- Según
la cuarta órbita de Marte, relacionado con la
tercera línea de tu mano, podría asegurar que te enamorarás de un troll
parecido a cirta chica rubia de Slytherin...
La
clase rió, pero la profesora se acercó a Harry y le tomó la mano.
Estuvo
unos segunos mirándola fijamente y después se levantó de repente, llevándose
la mano a la cabeza y arrojándose de nuevo en su silla.
- ¿Qué
pasa? – Dijo Harry bastante acostumbrado a estos numeritos en clase de
adivinación.
- Es tan horrible – Dijo la profesora Trewlaney – no se si debería...
- Adelante, no se preocupe. Creo que puedo imaginármelo – Dijo Harry intentando no sonreír.
- Pues bien mi querido niño. Esta vez lo he visto más claro que nunca, - dijo temblando – Tu línea de vida me ha confesado que vas... a ... morir pronto.
- ¡Uauau! – dijo Harry, tratando de parecer asombrado. - ¿Y cómo dice esta vez que moriré?
Sybill Trewlaney, debió de captar el sonido irónico de la voz de Harry porque le dirigió una mirada extraña, y se alejó de la mesa sin responder.
Harry, por su parte, continuó la clase tranquilamente contemplando la mano de Ron. Estaba demasiado acostumbrado a que le predijeran la muerte como para asustarse, aunque le molestaba que Parvati y Lavender se llevaran la mano a la boca y le dirigieran miradas se asombro por su indiferencia.
¿Cómo podía nadie creer a la profesora Trewlaney?