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Capitulo 5 Capitulo 7

 

PRIMERA SEMANA

CAPÍTULO VI

 

Llegaron a los invernaderos, donde los de Hufflepuff ya esperaban sentados en las pequeñas mesas.

Cuando todos estuvieron situados, la profesora Sprout sacó de uno de los invernaderos un diminuto tiesto, con una flor plateada y de forma bastante imprecisa.

La profesora mostró el tiesto a toda la clase y dijo:

-   ¿Veis esta flor diminuta, de aspecto frágil y débil?. Pues os sorprendería saber la cantidad de propiedades curativas que posee. Los lopuláceos poseen difrentes propiedades, dependiendo de cómo las corteis y las preparéis. Por ejemplo, si la arrancáis de raíz, y la machacais en un mortero hasta convertirloen un polvo muy fino, cura resfriados, si cortáis sus hojas y las mezcláis con pus de bubotérculo diluido, tendréis una pomada que aliviará las irritaciones de la piel, si por el contrario la mezcláis con agua de rosas tendréis un remedio contra los hechizos petrificadores.

 

Aunque todo el mundo escuchaba atentamente, Harry Ron y Hermione no podían quitarse de la cabeza como estaría el pobre Neville.

-   ¿Creéis que la señora Pomfrey averiguará que Neville no puedo contraer esa enfermedad repentina en el colegio? – Preguntó Harry aún preocupado.

-   De todos modos nunca hace muchas preguntas, ya lo sabéis. Cuando Norberto me mordió la mano y la señora Pomfrey la vio, ni siquiera me preguntó como me lo había hecho, y eso que la mano tenía bastante mal aspecto.

 

La profesora Sprout los miró con el ceño fruncido, y automáticamente cesaron de hablar. Tras esto, les dio a cada dos flores.

Les entregó una larga lista de las propiedas curativas de los lopulaceos, y le mandó que se la aprendieran para la próxima clase, y como deberes tendrían que preparar el remedio que más le gustara.

Les dijo que en la lista tenían un par de remedio, pero que si querían encontrar más los buscaran en la biblioteca, el más original tendría puntos el próximo día.

 

Llegaron al gran Comedor quejándose de la gran catidad de trabajo que les habían mandado para ser el primer día de clase.

-   Bueno, - dijo Hermione – ya sabéis que este año tenemos los TIMO, por lo que tendremos que estudiar duro

-   Sí, - dijo Ron aún quejándose – pero podrían habernos dejado el primer día de rélax.

-   ¿Cómo  creéis que estará Neville? – Preguntó Harry

-   Vamos a preguntárselo a la profesora McGonagall – Dijo Hermione – Seguramente ella lo sabrá.

 

Se acercaron a la profesora, y ella les dijo que Neville se encontraba mucho mejor, y que con suerte se reincorporaría a las clases al día siguiente.

 

Bastante más aliviados, continuaron el día sin pensar más en ello.

 

Pasaron toda la tarde en la biblioteca, intentando descubrir nuevos usos para los lopulaceos. Encontraron algunos bastante intersantes, y Hermione decidió preparar un remedio contra la calvicie muy efectivo.

Por su parte, Ron y Harry no tenían ni idea sobre qué hacerlo, ya que todos los que encontaron les parecían demasiado tontos.

Al final, Ron terminó haciendo una solución contra el hechizo de los fornúnculos, mientras Harry contemplaba su planta sin saber qué hacer.

De repente, se le ocurrió una idea, y salió corriendo de la biblioteca sin decirle nada a sus amigos:

-   ¿A dónde vas? – Preguntó, pero no obtuvo ninguna respuesta.

 

Por su parte, Harry sintió que algo lo llamaba instintivamente.

Sin saber exactamente adonde se dirigía, salió del colegio, y llegó hasta las orillas del lago.

De repente, miró la arena amarilla que yacía en la orilla del lago, y a la que nunca había prestado ninguna atención.

Pero esta vez era diferente.

Con su tubo de ensayos en la mano, recogió un puñado de la finísima arena, y volvió a la biblioteca corriendo, donde sus amigos le esperaban asombrados por su actitud.

Hermione vio que en su mano, traía una muestra de la arena del lago, y sintió una profunda curiosidad.

-   ¿Por qué has traído la arena?

-   No sé... algo me decía que sería un buen método para fabricar un remedio. Ni siquiera sé como me vino a la mente la idea, pero simplemente la sentí. – dijo Harry

-   Entonces, empieza a hacer el remedio. La verdad es que tengo curiosidad por saber como vas a fabricarlo, ya que en todos estos libros no se menciona esa manera.

-   Ya te he dicho que no tengo ni idea de donde he podido sacar la idea. Pero por supuesto, no estaba en ningún libro. Simplemente me vino a la cabeza.

 

Harry se concentró en su proyecto, sin saber como empezar ni qué hacer. Cogió una de las flores, y apartó la otra. Si el remedio no daba resultado, Harry siempre tendría la otra flore para hacer algún remedio de los que venían en la lista.

Empezó a machacar las hojas lentamente, mezclándolas con la savia de la misma flor, hasta que obtuvo una especie de pasta, aunque demasiado líquida.

Tras esto, puso el líquido en elbol, y empezó a añadir lentamente la arena.

En el mismo momento en el que la arena tocó el líquido, sonó un “plop”, y la mezcla tomó un color extraño, una especie de gris plateado.

-   ¡Ya la tengo!- Dijo Harry

-   ¡Shhh! – dijo la señora Pince desde su puesto, ya que con la emoción, Harry había elevado demasiado la voz.

-   ¿Qué es lo que tienes? – Dijo su amiga.

-   Creo que he inventado una extraña forma para usar los lopuláceos. Mira el color que ha tomado la mezcla.

-   ¡Guau! – dijo Ron. - ¿Para crees que servirá?

-   No tengo ni idea – Respondió Harry aún sosteniendo el bol, y mirándolo sorprendido.

-   Vamos a descubrirlo – Dijo Hermione

 

Recogieron sus cosas rápidamente y dejaron la biblioteca, para dirigirse a la sala común de Gryfindor.

 

Allí, al ver que estaba demasiado llena de gente estudiando o hablando, decidieron que probarían el remedio cuando todo el mundo se fuera a la cama, sólo por si resultaba peligroso o muy llamativo.

Cuando por fin los gemelos Weasley se retiraron bostezando, los tres se reunieron en torno a la diminuta pasta.

-   ¿Cómo averiguaremos para qué sirve? – Dijo Hermione muy nerviosa. – Es decir, que quizá podría servir para cualquier cosa, y podríamos estar probando miles de posibles formas, y nunca dar con la adecuada.

-   Daremos con ella –Dijo Ron tanjante - ¿Verdad Harry?

 

Pero Harry, muy lejos de estar escuchando lo que sus amigo decían, contemplaba etrañado la pasta plateada.

-   No sé por qué, pero el color me suena familiar... ¿Qué hemos visto que tenga este color? – Preguntó Harry con el ceño fruncido.

 

De repente, Hermione se movió bruscamente, nerviosa y dijo:

-          Ya sé, Harry... ¡La capa!

-          Es verdad – Dijo Harry – Mi capa invisible tiene ese color...

-          ... ¿Y si...? – Dijeron los tres a la vez.

-          Probemos

 

Cada uno de ellos, cogió una diminuto porción de la pasta con un dedo, y se la untó en la mano.

En ese momento, todas sus dudas quedaron confirmadas cuando la mano desapareció completamente ante sus ojos.

-          ¡Sí! –Dijeron Ron y Harry, pero Hermione siguió contemplando su mano, asombrada.

-          Esperad... esta crema... no sólo vuelve invisible al que se la unta... ¡Mirad! – Dijo excitada, moviendo la mano por entre la mesa... - ¡También oculta la materialidad de las personas!

-          Vaya... entonces es mucho mejor que la capa invisble, ya que no tendríamos que preocuparnos en no hacer ruido.

-          Sí, pero ¿cómo haremos para volver a ser visibles? – Observó Ron inteligentemente.

-          A lo mejor sólo hay que lavarla, para que se disuelva.

-          De todos modos, nunca tendríamos suficiente para todos. Las flores son muy pequeñas, y estoy seguro de que la profesora Sprout nunca nos dará más. – Dijo Ron

-          Hablando de la profesora... seguro que mañana te da muchísimos puntos. Has inventado un remedio que no estaba ni en los libros...

-          ¿Estás loca? – Dijeron Ron y Harry a la vez. – Es mejor que no sepan que la hemos descubierto o no podremos disfrutar de sus posibilidades. Si alguien sabe que existe, vigilarán muy de cerca el crecimiento de los lopuláceos, ya que el ser invisible puede acarrear muchos problemas al ministerio.

-          Tenéis razón, - Dijo Hermione – Sólo estaba sugiriendo algo.

-          Bueno, yo me voy a la cama. Es la una de la mañana, casi no puedo mantenerme sobre sí mismo.

 

Harry y Hermione se miraron y asintieron. Se separaron al subir por las escaleras de caracol, y llegaron a sus habitaciones.

Hary se acostó, y pensó que había  descubierto algo que podría ser útil. Muy útil.

Iba a decir por qué, pero el sueño le venció por completo.

 

A la mañana siguiente, se encontraron en el Gran Hall, para tomar el desayuno, todavía hablando de los lopuláceos.

Sin embargo, ya no volverían a tener herbología hasta el viernes, por lo que le daría tiempo a preparar algún otro remedio con la otra planta, y entregárselo a la profesora Sprout.

Se dirigieron al exterior, hacia la cabaña de Hagrid, donde tendría lugar la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas. Intentaron llegar antes de que sonara el timbre del inicio de las clases, para poder tener tiempo de hablar con Hagrid, ya que todavía no lo habían visto.

 

Tuvieron suerte y llegaron antes que ninguno de Slytherin, ni nadie de su propia casa. Hagrid parecía estar de muy buen humor y les invitó a unas galletas hechas por él, que rechazaron muy amablemente, diciendo que habían comido demasiado en el desayuno.

 

Cuando le preguntaron que estudiarían hoy, Hagrid sonrió misteriosamente y dijo:

-   Hoy vamos a ver unas criaturas no muy conocidas y muy raras, pero que he podido conseguir para la clase.

-   ¿Qué especie? – Preguntó Hermione.

-   Si os lo dijera ahora no sería ninguna sorpresa. – Contestó Hagrid sin dejar su buen humor. – Ah... pero aquí llegan los demás. Vamos, no quiero que piensen que no estoy.

 

Salieron de la cabaña, y se dirigieron adonde los demás chicos de su clase y de Slytherin esperaban.

Hagrid sacó una gran caja marrón, en la que algo se movía.

Todos, instintivamente, dieron un paso hacia atrás, y Malfoy exclamó con malicia:

-   ¿Qué bestia nos habrá preparado hoy? Claro, que tratándose de un gig...

 

Harry, Ron y Hemione empezaron a hacer preguntas atropelladamente, y la voz de Malfoy quedó ahogada, por lo que ahorraron a Hagrid escuchar lo que más le dolía.

La madre de Hagrid había sido la giganta Fridwulfa, y según todos los informes, los gigantes eran crueles y sanguinarios. Pero Hagrid, era una persona bondadosa, amable, y de un gran corazón, aunque tal vez tuviera una gran atracción por los más monstruosos animales.

 

Hagrid hizo como que no había oído nada pero con un gesto calló a los tres.

Entonces, antes de abrir la caja, dijo:

-   Esto de aquí dentro es un Kneazle – dijo – No son peligrosos, es más, son muy buenas mascotas y detentan el peligro, pero son muy revoltosos, y no quería que se escapara antes de que lo viérais. Si queréis que un kneazle sea fiel tenéis que tratarlo con mucho cariño, y no insultarlo. Ahora abriré la caja y todos veréis al animal.

 

Un escalofrío recorrió la clase, ya que las palabras de Hagrid no los habían tranquilizado en absoluto.

Sin embargo, lo que vieron los tranquilizó, e incluso algunos dejaron escapar algunas risas por haberse dejado asustar por lo que tenían ante sus ojos.

 

La enorme bestia que todos habían esperado, se reducía a un gato de color castaño, moteado por manchas negras.

Algunas chicas dejaron exclamar algunas exclamaciones de admiración, y se acercaron rápidamente al kneazle.

Hermione sin embargo, se quedó en su lugar mirando extrañemente al animal.

Hagrid, empezó a advertir a todos para que tuvieran cuidado, ya que en raras ocasiones, los kneazles podían llegar a ser muy agresivos.

 

Al acabar la clase, todos estaban bastante contentos porque habían tenido una clase extrañamente agradable.

Sin embargo, Hermione seguía sin decir nada; se la veía silenciosa y pensativa.

Ron empezó a hablar para romper el silencio:

-   Espero que las Clases de Cuidados de Criaturas Mágicas sigan así durante todo el curso. No me gustaría tener que enfrentarme con ninguna otra clase de escregutos.

 

Harry sonrió, pero Hermione no.

-   ¿Qué te pasa? – Le preguntaron ambos a Hermione.

-   Estoy  pensando en Crockshaans.

-   ¿Crockshaans?

-   Sí... ¿no os habéis dado cuenta de que cumple absolutamente todas las características que se han nombrado en la clase?. Tiene manchas por todo el cuerpo, detecta el peligro...  Con razón nadie lo quería en la tienda que lo compré.

-   Ya te lo dije... – Dijo Ron desdeñoso

-   No es por eso, me parece una mascota excelente, pero es que como ha dicho Hagrid, se necesita una licencia para tener el animal como mascota. Ya sabes que a veces causan muchos desvaríos porque pueden servir de espías para los dueños. La vendedora estaría tan desesperada por venderlo que ni siquiera me lo advirtió. Y pensar que si alguien lo descubre habría de pagar una multa...

-   Bueno, si nadie lo ha descubierto hasta ahora, no creo que nadie lo haga. Lo has tenido durante un par de años y nadie te ha dicho nada, así que...

-   Sí, pero aún así es un gran riesgo poseerlo. No sé si debería deshacerme de él...

-   ¡¡¡Hermione!!! – Dijo Ron. - ¿Qué estás pensando?

-   No me refería a matarlo ni nada por el estilo, no seáis tan..., simplemente creo que debería dejarle libre.

-   No es una buena idea, y eso lo sabes. Cuando lo compraste aceptaste cuidarlo, y no estaría bien que lo dejaras ahora.

-   Está bien, pero espero que nadie me diga nada.

-   No lo harán.

 

La conversación sobre Crockshaans acabó ahí, aunque Hermione aún siguió preguntándose algún tiempo si aparecería alguna lechuza con noticias del ministerio, diciendo que la habían descubierto.

 

El jueves tuvieron que ir a la primera clase de adivinación del curso.

Se pusieron en camino, aún medio dormidos después de tomar el desayuno, hacia la torre norte, en donde tendrían la clase de adivinación.

Se separaron de Hermione, que iba a aritmancia, y llegaron al aula de adivinación, en la que olía a distintos perfumes, y que desprendía un calor insoportable.

 

Harry y Ron se sentaron en una de las pequeñas mesas de la esquina, para no estar muy cerca de la profesora Trewlaney y se pusieron a hablar en voz baja.

Cuando todos habían llegado a la clase, la profesora apareció por una puerta muy larga pero semi escondida, que debía de ser su despacho.

-   Buenos días chicos. – Dijo en un susurro. – Bienvenidos de nuevo a adivinación, a la primera clase de este curso. Como presentía que ibáis a trar “El ojo interior”, podremos empezar a leer las líneas de las manos, pero en una manera mucho más especializada.

-   Ohh, ¿cómo supo que íbamos a usar “El Ojo Interior”? – Susurró Ron con voz sarcástica – Me aombro por su inteligencia.

 

La profesora siguió hablando como si nada:

-   La lectura de la mano, es una ciencia mucho más antigua que cualquier otra. Es decir, las bolas de cristal no fueron creadas hasta mucho más tarde, por lo que las adivinas en las épocas antiguas tenían que contentarse con averiguar lo que la manodes podía decir. Aunque parezca que no hay muchas salidas, las líneas dibujadas en las manos son mucho más precisas que cualquier otra señal de los cielos. Pero nosotros no sólo nos contentaremos con eso, - dijo la profesora Trewlaney al ver que la clase parecía relajarse por la facilidad de un ejercicio que ya habían practicado antes – vamos a combinarlos con el movimiento de las estrellas y de los astros, que si no muy mal recuerdo lo estudiamos el año pasado, para crear algo más que pura “suerte” como algunos de vosotros puedan pensar.

 

Como había dicho la profesora, leer las manos no se reducía a mirar las líneas representadas en ésta. Había que hacer un largo estudio, basado en el grosor, en la longitud, en la profundidad del surco. En definitiva, era bastante más difícil de lo que todos habían pensado.

 

Tras un largo rato mirando fijamente la mano de Harry, Ron dijo en voz alta:

-   Según la cuarta órbita de Marte, relacionado con la tercera línea de tu mano, podría asegurar que te enamorarás de un troll parecido a cirta chica rubia de Slytherin...

 

La clase rió, pero la profesora se acercó a Harry y le tomó la mano.

Estuvo unos segunos mirándola fijamente y después se levantó de repente, llevándose la mano a la cabeza y arrojándose de nuevo en su silla.

-   ¿Qué pasa? – Dijo Harry bastante acostumbrado a estos numeritos en clase de adivinación.

-   Es tan horrible – Dijo la profesora Trewlaney – no se si debería...

-   Adelante, no se preocupe. Creo que puedo imaginármelo – Dijo Harry intentando no sonreír.

-   Pues bien mi querido niño. Esta vez lo he visto más claro que nunca, - dijo temblando – Tu línea de vida me ha confesado que vas... a ... morir pronto.

-   ¡Uauau! – dijo Harry, tratando de parecer asombrado. - ¿Y cómo dice esta vez que moriré?

 

Sybill Trewlaney, debió de captar el sonido irónico de la voz de Harry porque le dirigió una mirada extraña, y se alejó de la mesa sin responder.

Harry, por su parte, continuó la clase tranquilamente contemplando la mano de Ron. Estaba demasiado acostumbrado a que le predijeran la muerte como para asustarse, aunque le molestaba que Parvati y Lavender se llevaran la mano a la boca y le dirigieran miradas se  asombro por su indiferencia.

¿Cómo podía nadie creer a la profesora Trewlaney?

 

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