Vueltas Zigzagueantes: En
quinto año
Por Victoria Guerra
Capítulo 1, El Cumpleaños.
Harry Potter no era
exactamente lo que se puede llamar un chico común y corriente. Sus tíos, los
Dursley, lo tenían por delincuente juvenil, pero eso no era lo extraño de este
chico. Parte era la cicatriz en forma de rayo
que tenía en la frente. Parte era que tenía de padrino a un supuesto asesino
en serie escapado de prisión. Pero quizá la parte más grande de su
"anomalía" era que era un mago, y ni siquiera como mago era todavía
un chico común y corriente: él era el mago que había derrotado a Lord
Voldemort el brujo más malévolo de la Historia, el cual era la razón
principal por la cual vivía con los Dursley.
Cuando Harry sólo tenía un año de edad, una noche de Halloween, Voldemort había
aparecido en casa de los padres de Harry, y, por algún motivo desconocido, trató
de matarlo a él, a Harry, pero, por cierta protección que su madre le había
otorgado, no pudo. Hasta hacía dos meses antes.
El sólo recuerdo de aquella noche, hacía que los ojos se le llenaran de lágrimas...
aquello había sido tan espantoso hasta determinado momento, su esperanza fue
despertarse y descubrir que nada había sucedido: que simplemente había tenido
una pesadilla, no era posible. Voldemort no podía retornar... pero no. Era
real. Aún recordaba nítidamente el cuerpo de Cedric Diggory tendido sobre la
hierba, el aullido de Colagusano al
cortarse la mano, y a aquella figura alta que salía de ese caldero enorme.
Y estar en casa de los Dursley no ayudaba en lo más mínimo. Alejado del mundo
mágico, era imposible enterarse de los daños hechos. Al menos sabía que no
pasaba nada en el mundo muggle. De igual manera, estaba casi seguro de que en el
mundo mágico todavía no se sabía lo del retorno de Voldemort.
Ya de ello se habría encargado Cornelius Fudge, el ministro de Magia.
Al menos Rita Skeeter no había dicho todo lo posible. Harry, al pensar en ella,
sonrió, algo que no hacía desde el día en el cual salió de Hogwarts.
Sabía que Rita Skeeter estaba atrapada en un pequeño tarro: Hermione Granger,
su mejor amiga, la había metido ahí, como castigo por estar todo el año metiéndose
con ella, con Harry, con Víktor Krum y con Hagrid,
el guardabosque de Hogwarts.
Harry agitó la cabeza y siguió escribiendo su ensayo. Ese Snape... ¿cómo podía
mandar tanto trabajo para el verano? ¡Incluso el colegio estaba de luto! Fue lo
único que les mandaron de deberes. Tres pergaminos...
¡tres pergaminos! Era inhumano. Pero a Harry sólo le faltaban dos líneas.
Iba a terminar eso, costara lo que costara. La letra no podía ser más grande
de o que ya era. Con dos palabras ya debía de estar listo. Se imaginaba que
Hermione lo habría hecho de unos cinco pergaminos, y su letra era
diminuta.
Listo, había terminado.
Miró el reloj de pulsera que los Dursley le habían dado una
semana antes, después de que a su primo Dudley, ya no le cupiese en la
muñeca.
Se dio cuenta de algo. Hacía tres horas que tenía quince años. Harry
generalmente no le prestaba mucha atención a eso de sus cumpleaños,
cómo era en vacaciones, lo "celebraba" con los Dursley, a los cuáles
siempre lo olvidaban.
En ese momento, cinco lechuzas se posaron en su ventana. Supo de quién eran las
primeras dos al instante: una era una pequeña, que volaba por toda la habitación,
dando grititos: era Pigwidgeon, de Ron, otra lechuza
que parecía que se fuera a caer a pedazos en cualquier momento, era Errol,
también de Ron. Inmediatamente le puso un poco de cinta adhesiva en el pico a
Pig, para que se callara, pero decidió ver esa carta después. Y
recogió la carta que una lechuza negra llevaba. Decía:
Querido Harry:
¡Feliz Cumpleaños! Te quería
decir algo importante... ¡me han hecho PREFECTA! La profesora McGonagall me lo
comunicó anteayer. Espero que la estés pasando bien, dentro de los límites
posibles estando con los Dursley.
Hermione.
Posdata: Estoy en Bulgaria.
¡No se lo digas a Ron!
Harry estaba muy contento acerca de lo de Hermione, a él siempre le había
parecido que ella podía hacer un buen trabajo como prefecta.
Abrió el paquete que venía con la carta, y descubrió un hermoso reloj analógico
mágico en el cual, al verlo bien, las lechuzas dibujadas volaban. Harry se quitó
el que tenía puesto y se puso ese, no sin antes notar que las lechuzas dentro
del reloj empezaron a chillar. Metió la mano debajo de la almohada
Harry decidió abrir la carta de Ron. Antes de hacerlo, Pig se le estaba
montando encima. Harry lo apartó de un golpe. A Pig no le importó y siguió
volando hacia otro lado. Harry lo miró encogiéndose de hombros, y abrió el
sobre.
Buscó la carta de Ron. La abrió y la leyó:
Querido Harry:
¡Feliz Cumpleaños!
Sé que debes de estar preocupado acerca de cóm van las cosas por acá... pero no ha pasado nada. En El Profeta no se ha dicho nada todavía, y no se ha tenido que hacer tampoco, pues no ha habido ninguna desaparición o muerte. Creo que debemos el hecho de que no haya noticias a Hermione... hablando de ella, ¿sabes que la han hecho prefecta? ¿o sabrás quizá a dónde ha ido de vacaciones? A mí no me lo ha dicho...
Espero que los muggles no te estén haciendo sentir muy mal
Ron
Harry abrió el paquete que llevaba Errol. Consistía en unas cinco bombas fétidas, tres varitas de pega, y una jarra de un líquido color amarillo: cerveza de mantequilla.
Harry abrió el siguiente paquete, era de Sirius:
Querido Harry:
¡Feliz Cumpleaños!
Espero que te encuentres
bien. Después de todo, todavía les puedes decir a tus tíos que yo puedo
llegar en cualquier momento, a convertirlos en murciélagos, me presto para eso
al cien por ciento. Yo me encuentro en casa de Remus, pero te tengo una
sorpresa.
Tu tienes una vecina cuyo apellido es Figg. ¿No es así? Pues, ¡ella y
su hija son brujas! Es una de nuestras antiguas compañeras de Hogwarts. Creo
que las lograrás ver mañana. Según tengo entendido, mañana, por un hechizo,
tus tíos te dejarán en su casa, sin razón aparente. Prepárate, porque Remus
y yo también iremos dentro de unos días.
Bien Harry, cuídate:
Sirius
¡Que bien! - Pensó Harry - ¡me libraré de los Dursley por lo que queda de vacaciones!
Pero faltaba una lechuza.
Parecía ser de Hogwarts... Harry la abrió.
Era de Hagrid, aunque también tenía adjunta la lista de libros de Hogwarts.
Querido Harry:
Espero que te encuentres bien. La mayor parte del verano, Olympe se ha quedado
aquí, ayudándome a hacer los deberes del verano... no te puedo decir más.
Espero que esto te guste, lo he comprado en el Callejón Diagon.
Hagrid
Harry abrió el paquete y, para su alivio, no eran ni dulces ni tampoco libros
monstruosos, era una cajita llena de fotografías (que por supuesto se movían)
del equipo de quidditch de Inglaterra y llegaba el momento en
el cual todas las figuritas empezaban a salirse de su marco y a volar por toda
la habitación. Se fijó que tenía algunas piezas... optó por armarlo en
Hogwarts, donde lo podía hacer con la varita un fin de semana, para no
perder tanto tiempo haciéndolo como un muggle.
Harry le echó una mirada más a sus regalos, y luego concluyó en irse a
dormir, mañana tendría que irse a la casa de la señora Figg. Guardó sus
regalos en la tabla suelta debajo de su cama, se quitó las gafas, y cayó
rendido.
Esa mañana, cuando Harry bajó a desayunar, para variar, se olvidaron que era
su cumpleaños. Tío Vernón leía su periódico, con el poblado bigote lleno de
marcas de huevos y tocino. Tía Petunia preparaba el desayuno, al mismo tiempo
que miraba a Dudley con expresión de quién mira al Rey del Mundo. Y Dudley veía
la televisión con gran cara de estúpido. A Dudley
no le había funcionado mucho la dieta que le habían puesto. Si había rebajado
un kilo, se diría mucho. De repente, Tío Vernón salió como de un trance,
moviendo la cabeza bruscamente. Harry pensó que el hechizo estaba funcionando.
De repente, el tío dijo:
- ¡Chico! Recoge tus cosas, que Petunia, Dudley y yo nos vamos de viaje. Te quedarás con la señora Figg.
Harry rápidamente fue, recogió su baúl de Hogwarts, metió allí su escoba y sus regalos, en una maleta puso su ropa, y bajó, antes de que a los Dursley se les pasara el efecto del embrujo.
- ¿Listo muchacho? -
le dijo su tío como quién trata con un basilisco.
- Si - contestó Harry.
Llegaron rápidamente a la casa de la Sra. Figg, después de todo, era su vecina.
- ¡Adiós! - dijo brillante de alegría, y luego murmuró - ¡hasta el año que viene, muggles!
Tocó la puerta, esperando ver a la señora Figg abrirle, pero en vez de ella, quien le abrió fue...
- ¡Sirius! -
dijo Harry emocionado - ¡Sirius! Dijiste que vendrías enestos días, no hoy...
- Pues te engañé, Harry. - dijo Sirius con una sonrisa -. Ahora,
¿piensas pasar adelante, O te vas a quedar afuera?
Harry entró, dándose cuenta al instante de que no sólo estaban la señora Figg, su hija, el profesor Lupin y Sirius sino que también estaba Ron, esperándolo con una sonrisa.
- ¡Feliz cumpleaños,
Harry! - dijo Ron, muy alegre - creí que esto podría ser una bonita
sorpresa... ¡y estaré aquí lo que queda de vacaciones! ¡qué suerte la tuya!
- agregó alzando las cejas.
- ¡Hola Harry! - le dijo una mujer como de la edad de Lupin y
Sirius, Harry supuso que era su amiga - soy Arabella, mucho gusto.
- Hola Arabella. ¿Y dónde está la Señora Figg?
- Aquí estoy, Harry, cariño - contestó ella amablemente - pero
por mí no te preocupes: este es tu día, disfruta con tus amigos - dicho esto,
murmuró unas palabras y de su varita salieron unas luces de distintos tonos de
verde, que llenaron toda la casa. Le dijo otra cosa a su varita, y apareció una
torta de chocolate que decía "Feliz Cumpleaños Harry".
Harry estaba sin habla, no lo podía creer... ¡le habían preparado una fiesta
sorpresa! ¡Y se quedaría con Ron lo que quedaba de verano! Era fantástico.
Fue a coger algo de pastel de cumpleaños, y de repente se acordó de algo.
- Ron... dijo Harry. Ron se
volvió - ¿cómo está Percy? ¿Cómo tomó lo de Crouch?
- Bueno... no muy bien, sabes que le tenía mucho aprecio - respondió Ron.
Ron le sonrió sarcásticamente,
como un niñito al que la mamá le hubiera dado la razón. Ése fue uno de los días
más felices que Harry hubiese podido recordar.
Hablaron, jugaron, y comieron todo el día, hasta que ya no pudieron más.
Sirius y Remus se fueron a las diez en punto. Harry y Ron se fueron a dormir
unos quince minutos después. Dormían en un cuarto no-permanente, lo que
significaba que, cuándo ellos se fueran, volverían a quitarlo.
Harry se durmió al instante, olvidado completamente de todo loque le preocupaba
el día anterior.
Capítulo 2, Sucesos.
Una semana después, cuando se despertaron, vieron que la chimenea lanzaba
chispas. Tenían demasiado sueño como para preocuparse, así que simplemente
miraron. Un gato anaranjado, moteado y con cara fea saltó desde adentro,
evidentemente molesto. Se acurrucó en un sillón, sin siquiera pasar la mirada
por Harry y Ron. Ellos conocían a aquél gato. Ron empezó a alzar la vista con
recelo. Hermione salió llena de polvo, con peor expresión que el gato.
- Hola - saludó secamente.
Estaba totalmente cambiada. El pelo lo tenía más corto, a la manera francesa y
lo tenía liso, no se lo veían así desde el baile de Navidad, pero estaban
seguros de que esta vez no era ninguna poción. Estaba muy
morena, y mucho más alta. Ron la miraba de arriba abajo, molesto.
- ¿Por qué no viniste el día del cumpleaños de Harry? - le preguntó después
de un minuto.
- Pues porque no estaba en el país - respondió ella -. Apenas vengo llegando
de... miró a Harry. Él negó con la cabeza - Bulgaria. Visitaba a...
- ¡Ya sé a quién visitabas! ¡No me lo tienes que explicar! - la cortó Ron cruzando los brazos -. Pero no lo podías dejarlo así
como así... - ¡era su cumpleaños! - acentuó bastante esa última palabra, como
para que se sintiera culpable.
- Ron, de verdad no es tan importante - le dijo
Harry asintiendo con rostro despreocupado, aunque sabía que Ron no le haría caso.
En efecto, Ron seguía mirando a Hermione con cara arrogante.
- Oh, Ron... ¡por favor! - dijo
Hermione mirando impaciente su ropa -. Tengo que ir a bañarme - luego recordó algo y empezó a
revolver su bolso. Sacó una caja mas o menos grande. Se la tiró a Ron en lascostillas
fuertemente.
-. De nada - dijo con brusquedad, y subió.
Ron abrió el paquete descubriendo un
objeto extraño que Harry nunca había visto. Se elevó un poco y empezó a sonar música. Harry
conocía aquella canción. Eran las brujas de MacBeth. Ron se llevó la mano
a
la frente y la fue bajando poco a poco. Harry lo miraba riéndose.
- ¡Me regaló una radio! - dijo Ron mientras desayunaban.
Hermione no había bajado aún.
-. No lo puedo creer. Creo que me
pasé un poco. Pero... a ti no te trajo regalo - le dijo a Harry.
- Ya me lo había enviado - dijo Harry, enseñándole a Ron su reloj. En ese momento llegó Hermione con una toalla en el pelo. A
Harry le recordó a tía Petunia.
- ¿Te gustó? - le preguntó a Ron de mejor humor.
- Eh... sí - dijo Ron poniéndose colorado -. Mmm... Hermione lo siento.
- No te preocupes - dijo ella sentándose en la mesa -. Soy yo la que está de mal humor. Me peleé con Víktor.
-
¿En serio? - preguntó Ron alegremente.
-
Sí - respondió Hermione sin darle importancia al tono de Ron.
Compraron los útiles para el año una
semana antes del comienzo de las clases. Remus y Sirius iban para Diagon
Alley todos los días,
trayéndoles noticias, ya que allí no llegaba El Profeta.
El día anterior al regreso a Hogwarts
amaneció lloviendo a cántaros. Harry pensó que el año pasado, el día de regreso a Hogwarts,
también había llovido muy fuertemente. Quizá aquello significaba un año como el
pasado: totalmente frustrante.
- Espero que este año no sea como
el pasado... - le dijo repentinamente a Ron y a Hermione.
- Al menos tenemos la seguridad de
que no va a ser peor - suspiró Ron - aquello fue el límite.
- Hablando de cuarto año... - dijo
Harry sonriendo en dirección a Hermione - ¿cómo está Rita?
- ¿Rita? - dijo Hermione, extrañada.
Luego recordó - ah la Skeeter esa.. no la he sacado de su envase - sonrió ella también -
está como nueva.
Los tres se rieron. En ése momento Harry escuchó una risa fría y seca... una risa que él conocía muy bien... aquélla era la risa de Voldemort. Harry empezó a mirar por toda la casa, buscando a la persona que había reído. Ni un rastro. Se puso nervioso.
- ¿Qué pasa, Harry? - dijo Ron mirándolo,
frunciendo el entrecejo - te ves preocupado.
- ¿No la oyeron? - dijo Harry,
temiendo la respuesta.
- ¿Qué, Harry? Yo no he oído nada
- dijo Hermione, afinando el oído.
- Yo tampoco - dijo Ron -. ¿Qué
has oído?
- Pues... - dijo Harry - una risa
muy fría... la risa... la risa de Voldemort.
- Pero él no está aquí - dijo Ron - ¡y-no-digas-ese-nombre! - añadió
apretando los dientes.
- Pero Harry, aquí no hay nadie
excepto nosotros tres - razonó Hermione.
- Eso es lo que tu crees, niña -
aquélla voz habló, y al parecer, Ron y Hermione también la oyeron porque los tres se voltearon
pesadamente, temiendo lo que verían. Las luces se apagaron en ese mismo
instante. Pero había dos faros rojos amoratados que brillaban muy cerca de ellos: los ojos de
Voldemort. Los tres sacaron sus varitas, listos para
el ataque.
- Harry Potter - susurró Voldemort - nos
volvemos a encontrar... y por última vez - sacó su varita - ¡Crucio!
A Harry le ardieron todos y cada uno de
los huesos... pero tenía que resistir... si no lo había podido matar en todas las oportunidades
que había tenido a solas, no lo lograría ahora, que Ron y Hermione le ayudarían.
- No... - dijo Harry casi sin fuerzas - ¡Ron, Hermione! - gimió desesperado
- ¿Crees que tus amiguitos te sacarán de este aprieto? - dijo Voldemort riéndose secamente -. Vamos a
sacarlos del
cuadro de una vez. Avada...
- ¡No! - gritó Hermione - ¡Impedimenta!
Voldemort se quedó paralizado, mirando a Harry y a Hermione con odio.
Ron exclamó:
- ¡Wingardium Leviosa!
Voldemort empezó a flotar por los aires.
Y, de repente, sin siquiera planearlo, los tres dijeron:
- ¡Expelliarmus!
Voldemort chocó contra la pared, quedando
inconsciente. Con el ruido, Arabella y su madre bajaron. Al ver Arabella quién era el que había
irrumpido en su casa murmuró unas palabras muy bien escogidas, que
hicieron que Voldemort se desvaneciera, yendo a quién sabe dónde.
- ¡Chicos!¡Chicos! - dijo
Arabella, muy nerviosa - ¿qué ha pasado?
- Te lo contamos después - dijo
Hermione mirando a Harry - atiéndelo, está muy débil: le lanzó la maldición Cruciatus.
- No -dijo Harry, todavía algo adolorido - yo estoy bien, ¿les hizo algo a ustedes? - se volvió hacia Ron y Hermione, que estaban más
pálidos que Nick Casi Decapitado.
- Estamos bien, - dijo Ron - él no nos hizo nada... no éramos su objetivo - agregó mirando a Harry.
- ¿Quién era ese? - preguntó la
señora Figg, temiendo la respuesta.
- Mamá, ése era Voldemort - Harry
se sorprendió, conocía a muy pocas personas que le dijeran por su nombre - vino por Harry.
- Pero... - dijo la señora Figg, desconcertada - ¡Harry
lo mató hace catorce años! ¿Cómo pudo haber estado aquí?
- Señora Figg, él revivió el año pasado... -
dijo Harry mirando al suelo - por mi culpa...
- Harry, ¡no te culpes! - dijo Hermione - no tienes
por qué hacerlo.
- Claro que si tengo - dijo Harry apesumbrado - yo no
dejé que Remus y Sirius mataran a Colagusano... y Colagusano revivió a Voldemort.
- Pero tenías razón Harry, - intervino Ron - a
tu padre no le hubiese gustado que Remus y Sirius se hicieran asesinos por culpa de
Scabbers - luego se corrigió - digo, Pettigrew.
- ¿Pettigrew?¿Peter Pettigrew? - dijo la señora
Figg - ustedes como que saben muchas mas cosas que yo... que extraño que Rita Skeeter, la
de El Profeta no haya dicho nada.
Harry, Ron y Hermione de repente soltaron un suspiro
hondo, y le explicaron desde lo de Colagusano en tercer año, hasta el regreso
de Voldemort y la captura de Rita Skeeter el año pasado.
Harry estaba demasiado preocupado como para dormir, cosa que Arabella notó. Les dio a los tres una poción para dormir sin sueños, la
misma que la señora Pomfrey le había dado a Harry aquélla noche... la noche
de la
tercera prueba... la noche en la cual toda esta pesadilla había empezado...