SI alguien se merece tener sus historias publicadas es Mery! Mi placer, lectora!

INFANCIA DE HELGA, GODRIC ,ROWENA Y SALAZAR

PRÓLOGO

Un imponente castillo se alzaba en medio del páramo. El calor no era sofocante aunque estaban en julio. Se respiraba en el aire la alegría de la cual estaba rebosante el castillo.

Había nacido un niño en aquel templado 31de julio. Era el hijo de Margaret y Leophold. Un niño con una tupida mata de cabello negro, muy enmarañado para un bebé, de tez más bien blanquecina y unos ojos color miel que parecían sobrenaturales por el inmenso parecido a los de un halcón. La pareja ya había decidido cuál sería el nombre para su pequeño: Godric.

La familia Griffindor, una de las más respetables y prestigiosas familias, estaba exultante de felicidad. Eduard, padre de Leophold y ahora abuelo de Godric acababa de firmar el que sería el regalo de bautizo para su nieto. Un castillo no muy grande en un bonito lugar, que según él sería de gran importancia en un futuro, cuando Godric se casara.

Como no podía ser de otra manera (pues era tradición) debía celebrase un bautizo por todo lo alto. El castillo se engalanó con una exquisita decoración y se invitó a la extensa familia Griffindor. Leophold y su esposa también invitaron a sus amigos de antaño, aquellos amigos con los que habían correteado de pequeños por el páramo.

Los días transcurrieron plácidamente entre la recuperación de la joven Margaret y los preparativos para la esperada fiesta. Así llegó el equinoccio de otoño con el que coincidía el gran día.

-Buenos días Sres. Klererin-saludaba Leophold besando la mano de la Sra.

Aquella era una fiesta muy especial. En los bautizos la gente suele llevar sus mejores vestidos, allí la gente llevaba sus mejores túnicas. Todo era fabuloso y extraordinario. Era un bautizo en el que las velas levitaban varios metros del suelo y cambiaban de color, variadísimas clases de flores bailaban por toda la sala mientras cientos de mariposas dejaban caer un delicado polvo dorado. Los balcones habían sido decorados con enredaderas a conjunto con las cortinas y la suave luz de la Luna acompañaba a la iluminación de colores que irradiaban las antorchas. Los manteles estaban bordados con motivos marinos: delfines, sirenas, perlas... Descendiendo unas escaleras habían un pequeño patio adornado con cintas plateadas en cuyo centro estaba una hermosa cascada en la que había peces tropicales tocando el piano el violín o el arpa. Era una fiesta que no se parecía en nada a cualquier fiesta que hayáis visto. Se trataba de un bautizo entre magos.

Parecía que todo el mundo tenía que divertirse pues no faltaba de nada: Había música, los más deliciosos majares... sin embargo no todos opinaban igual.

Una niña que no tendría más de un año parecía aburrida. No muy lejos otro niño aún parecía más aburrido y asqueado que ella. La niña se le acercó dificultosamente ya que no hacía mucho que había aprendido a andar.

Realmente aquel lugar era mágico, pero nadie sabía que en él se hallaban unas personitas verdaderamente especiales.

-¿Cómo te llamas?-pensó la chiquilla

-Salazar-contestó el niño a través de sus pensamientos, a la vez que sonreía

-Yo Rowena-contestó la niña, pensando

Otra niña algo más mayor (pues tendría unos dos años ya) los miró desanimadamente al ver que eran tan pequeños. Ellos dos ignoraron su mirada y siguieron conversando con su particular forma de entenderse.

-Esto es un rollo-le dijo ( pensando) Salazar a Rowena

Una tercera voz les respondió.

-Y que lo digas, además esta túnica con tanto volante y tantas puntas es muy incómoda.

Había sido el pequeño Godric el que había hablado.

Salazar y Rowena asintieron y preguntaron a la vez:

-¿Cómo te llamas?

-Godric-respondió el bebé

Aquella niña de expresión desanimada seguía mirándoles tristemente aunque con una brizna de envidia.

-Y tú ¿No nos quieres decir tu nombre?-preguntó Rowena (pensando, como siempre) a la niña.

Ella se limitó a mirarles extrañada y frotarse los ojos. No podía creer lo que oía.

-¿Te comió la lengua el gato?-preguntó Godric divertido.

-No..No, me llamo Helga-dijo al fin

Los cuatro niños no pudieron seguir hablando ya que sus respectivas madres se los habían llevado con ellas.

Nadie en la Sala tenía ni la más remota idea de que cuatro mocosos acababan de mantener una conversación telepáticamente.

CAPÍTULO PRIMERO: EL SABIO MAESTRO HONORÉ

Godric fue creciendo. Era bastante alto para su edad, era robusto aunque delgado. Sus desordenados cabellos negros le seguían creciendo sin control, sin forma algunA de peinarlos y que se mantuvieran en el mismo sitio. Sus enormes ojazos color miel siempre eran tema de discusión entre sus amigos (todos ellos muggles, es decir, no-magos). Sus amigos opinaban que Godric era muy raro.

Algunos contaban que le habían visto pasear por el bosque cercano al pueblo con una túnica escarlata, otros comentaban que recogía hierbas para preparar extraños brebajes o que se quedaba hasta la noche para contemplar las estrellas. Poco a poco sus "amigos" se fueron distanciando de él.

Godric era tremendamente travieso. Tan sólo su voraz hambre podía compararse con el espíritu aventurero del niño, pues con sus recién cumplidos once años se había metido en más líos que toda la familia Griffindor junta.

Un cálido día de septiembre mientras se hallaba sumido en el más profundo aburrimiento una elfina doméstica le avisó que debía acudir de inmediato al despacho de su padre.

Durante el camino (pues el castillo era enorme) Godric repasaba mentalmente qué desastre habría cometido ahora. Estaba seguro de que nadie había notado la ausencia de un trozo de tarta de chocolate que se había comido a escondidas. La otra noche lo habían castigado sin cena porque había hechizado varias monturas de los caballos del establo y dos mensajeros habían salido despedidos al aire y habían volado durante un buen rato. Él solamente practicaba el embrujo Volaris y si casualmente el hechizo había rebotado sobre las monturas... ¡No era su culpa!

Abrió la puerta. Esperaba encontrar a su padre absorto pensando en qué nuevo castigo podía aplicarle, porque como siempre le repetía le había agotado todas las ideas. Godric nunca escarmentaba porque su padre era demasiado bueno con él. Aquellas palabras las repetía Ector una media de cinco veces diarias . Ector era el primo de Godric, sus padres habían muerto durante la epidemia de Granispuslu que había afectado el norte de Europa. Margaret (la madre de Godric) estuvo tan apenada por él que decidieron acogerle. Tenía catorce años aunque parecía mayor. Él odiaba a Godric con todas sus fuerzas porque era mucho mejor mago a pesar de su corta edad y no haber recibido clases de magia. Ector poseía un aliado; el mayordomo: el señor Badcraze. Éste odiaba a Godric por alguna razón desconocida. Badcraze no perdía ninguna oportunidad para informar a su padre de la más mínima travesura que hacía e incluso lo convencía de alguna que en realidad había cometido Ector.

Pero en aquellos momentos su padre no parecía estar pensando en ningún castigo ni nada por el estilo. Más bien estaba alegre y sonriente. Sentado en un sillón de cuero estaba un hombre bastante viejo con una larga barba terminada en un rizo. El extraño hombre sonreía. Llevaba una túnica grisácea que se confundía con el color de la barba. Sus escurridizos ojos negros escudriñaron a Godric con la mirada.

-Siéntate hijo-le dijo Leophold

Godric obedeció y se sentó en la butaca contigua a la de aquel extraño personaje.

-Has cumplido once años. Debes empezar a cursar clases de Magia. Hoy quería presentarte a tu tutor-dijo señalándole al personaje de la barba- Creo que hoy mismo podríais empezaros a conocer-prosiguió su padre- Si me acompañáis os enseñaré la habitación en la que daréis clases.

Los tres se levantaron y se dirigieron a través de pasillos desconocidos para Godric (eso que se trataba de su propio castillo) y entraron a una habitación escondida detrás de una pared. Godric nunca la había visto. Leophold los dejó allí diciendo:

-Vayan conociéndose

Godric, que no era tímido le dijo una vez su padre ya estaba fuera:

-Mi nombre es Godric ¿Cómo debo llamaros a vos?-preguntó lo más educadamente que supo

-Honoré-contestó-Te ruego Godric que no me trates ni de vos ni de usted

Godric asintió con la cabeza mientras observaba la estancia. No era muy grande. Una de las paredes estaba cubierta de polvorientos libros ordenados según la materia en cada estantería. Había solo una ventana pero como era larga y arqueada bastaba para iluminar la sala cuando hiciera sol, pues aquel día era nublado. Una espaciosa mesa redonda estaba justo en el centro. Un gran armario cerrado en la otra pared y unas perchas se encontraban al lado de la puerta.

Honoré colgó su capa en una de ellas y sacó su varita para encender un par de antorchas. Godric le ayudó. Ambos se miraron, Honoré le dirigió una amplia sonrisa.

CAPÍTULO SEGUNDO: EL AMIGO DEL PANTANO

Godric disfrutaba mucho con sus clases, pero como Honoré le repetía desde hacía más de un mes : <<Necesitas un compañero>>. Era una tarde de octubre cuando Godric recogía tomillo en el bosque, y varias plantas más. Tenía prohibido acercarse a los pantanos pero el chico sabía que para encontrar juncos acuíferos los alrededores de los pantanos eran el mejor sitio.

Así que cuando hubo recogido suficiente tomillo se fue hacia allí. Cogía los juncos más verdes y más pequeños porque sin duda eran los mejores; cuando un grito le sacó de su tarea. Dejó su talego al lado de un roble y corrió hacia el lugar de donde provenía el sonido. Oyó otro grito desesperado implorando ayuda seguido de las palabras: ¡Auxilio! ¡Socorro!. Al fin Godric encontró al individuo que gritaba. Un chico se estaba ahogando en una de las ciénagas más profundas mientras varios Kappas le retenían con sus manos membranosas.

Godric cogió una rama larguísima y empezó a golpear a las criaturas. Después de deshacerse de ellas le tendió la mano al chico. Se armó de fuerza y consiguió sacarle. Parecía estar bien, sin ninguna herida aparente.

El individuo se limpió como pudo el barro y la porquería que llevaba encima. Después levantó sus ojos negros salpicados de un leve tono rojizo y dijo:

-Gracias.

A Godric le pareció una voz fría, como una ráfaga de viento en invierno. El chico lo miró de nuevo y se fijó en su vestimenta.

-¿Eres mago?-preguntó de una forma casi afirmativa

-Sí-contestó Godric-¿Cómo lo supiste?

-Es obvio, nadie sino fuera un mago llevaría una túnica, en cualquier caso no roja-argumento él

Godric sonrió, le gustaba la astuta forma en que el chico había adivinado lo que era.

-Me llamo Salazar Slytheryn y ¿A quién debo mi vida? -dijo imitando a un adulto

-A Godric, Godric Griffindor

-Buena familia-musitó Salazar por lo bajo

Salazar ayudó a Godric recogiendo juncos mientras seguían hablando.

-¿Cuántos años tienes?-quiso saber Salazar-Yo tengo doce

-Yo once-respondió Godric. Miró el sol y añadió: Tengo que volver al castillo, estoy castigado por embrujar a mi primo.

-¿Con qué maldición?-preguntó Salazar con gran interés

-Eh.. Era un embrujo. Era para que bailara claqué-contestó Godric extrañado. Él jamás echaría una maldición por una tontería sin contar que aún no sabía, y dudaba que cuando tuviera doce años Honoré le enseñara siquiera alguna. De todas formas dijo:

-Nos vemos mañana a aquí mismo

-Sí-asintió Salazar bastante desanimado-A las seis

Godric volvió al castillo a toda prisa ya que se le estaba haciendo tarde. Esperaba que el mayordomo no se hiciera mala sangre si llegaba unos minutos tarde a "su sesión de limpieza". Al llegar dejó los ingredientes para repetir una poción que había resultado catastrófica ( pociones era la asignatura que más detestaba) cuando encontró a Honoré leyendo un grueso tomo de Aritmancia.

- Date prisa zoquete ¡Llegaste diez minutos tarde!-chilló Ector que había llegado corriendo

-¿Qué decías? O era sólo un murmullo-insinuó Honoré levantando la vista del libro

-Yo..no..ejem.. Nada-pronunció Ector con las mejillas ardiendo de humillación

-¿Se puede saber qué diantre haces para ...-pero Badcraze dejó la pregunta incompleta al ver a Honoré sentado en el sillón

-Godric está ocupado haciendo un castigo que su padre le ordenó-dijo Honoré guiñándole un ojo a su alumno

-Eso mismo venía a decir yo..-intentaba disculparse el inepto mayordomo-Debe limpiar el hall a mano..

-Hay cambió de planes-sentenció el sabio con una voz que zanjaba la discusión-Godric debe hacer una poción, ése es su castigo. En cuanto al hall-prosiguió con una sonrisa burlona- creo que debería ser Ector quien lo limpiara. Debería cuidar más ese vocabulario.

Godric estaba contentísimo. Tuvo que esforzarse bastante para disimular una sonrisa.

-Cuando acabemos la clase pasaré por el hall haber cómo ha quedado-dijo Honoré dirigiéndose a Ector- Y ahora si nos disculpan cierren la puerta.

Ector cerró bruscamente dando un portazo. Godric y Honoré no pudieron evitar por más tiempo echarse a reír . Después se sentaron y Godric empezó a contarle que había salvado aun chico del que se había hecho amigo y que mañana volverían a verse.

-Salazar Slytheryn, Salazar...-repetía Honoré

-¿¡No es fantástico!?-exclamó Godric

-Em... Espero equivocarme pero algún día Salazar y tú enfrontaréis vuestros pensamientos, ideas y sentimientos-finalizó Honoré poéticamente.

A Godric le parecía absurdo pero se limitó a mirarle escepticamente. Una vez terminada la agobiante hora de pociones Godric se fue al hall para ver cómo limpiaba Ector. No tenía ganas de avergonzarle como Ector le hacía a él, prefirió ir al Salón y estudiar encantamientos, sin duda su materia favorita (muy provechosa a la hora de gastar alguna broma a su primo).

CAPÍTULO TERCERO: EL VALLE Y LA CAÑADA

Godric estuvo dando clase hasta las cinco. Se quitó la lúgubre túnica negra que utilizaba para estudiar y se vistió con una de las varias túnicas rojas que tenía.

Cruzó el páramo corriendo y vislumbró una mano que le saludaba. Era Salazar, a Godric le costó un poco encontrarle ya que vestía un túnica verde jade que se confundía con los matorrales. Salazar sin duda era más puntual que él.

Decidieron jugar una guerra de barcos en el nacimiento del río, así además podrían tener una mini cascada para su juego. Godric encantó los barquitos para que se movieran según las órdenes que ellos les dictaban pero de forma que su oponente no oyera nada. También les puso unos pequeños cañones de decoración. Salazar por su parte dotó a los cañones con un polvo inmovilizante.

Salazar o era muy buen estratega o leía los labios de Godric ya que ganó todas las partidas. Más tarde, aburridos del juego Godric propuso:

-En vez de jugar a barcos ¿Por qué no montamos en uno de verdad?

-Sí, será un enorme buque con el que navegaremos por el Pacífico y atracaremos a los demás barcos-fantaseó Salazar, que era muy belicoso

- La verdad.. Es que yo.... Yo me refería a que montáramos en mi barca-aclaró Godric

Los chicos se dirigieron a la parte del río en que empezaba a ser navegable y montaron en la pequeña barca. Salazar se resignó con la embarcación a falta de no poseer el gran buque.

Salazar era bastante perezoso y obligó a remar a Godric, al cuál no le importó en absoluto. Pensó que así estaría más fuerte y más ágil. Iban contándose Godric de hechizos que a su compañero no le salían, y Salazar de pociones que Godric preparaba mal. Remando y conversando llegaron a una cañada que ninguno de los dos había visto nunca. Acababan de salir de los límites del Bosque Pantanoso cuando oyeron unas voces que discutían. Godric empezó a remar más lentamente.

-Si tienes miedo nos vamos-dijo una voz muy dulce

-No tengo miedo Rowena pero ¿Cómo traspasamos éste río? Te digo que los hechizos para volar son muy complicados, aún no he estudiado ninguno.

-Podríamos convocar un puente. El otro día mi padre estuvo hablando con un Maguingeniero y les oí discutir sobre un conjuro para construir puentes llamado Constriutum Fewtempo. Sirve para construir un puente que dura diez minutos

-Muy inteligente Rowena-dijo la otra chica en tono de aprobación.

Godric y Salazar se miraban muy extrañados. Godric pensaba ¿Son brujas?. Salazar ya tenía eso mucho más claro y se preguntaba algo indignado ¿Chicas estudiando brujería? ¡Espero que no sean mejores que yo!

Godric se acercó remando a la orilla y se detuvo delante de ellas bajo la mirada inquisitiva de Salazar.

Una chica con el cabello rojo encendido les preguntó sin ningún preámbulo:

-¿Podéis ayudarnos a cruzar el río, y dejarnos en la otra orilla?

Salazar ya abría la boca para negarles su ayuda ya que su astuta mente había maquinado una buena excusa para conseguir que les dejaran en paz. Godric se le adelantó.

-Claro que sí. Venid-dijo mientras les tendía una mano a cada una para ayudarlas a subir a la barca.

Salazar frunció el ceño. Ahora Godric remaba más despacio, no quería desaprovechar una oportunidad para conocer más amigos.

-Soy Helga- se presentó una chica rubia con una vistosa túnica amarilla-Ella es Rowena-dijo señalando a su compañera

-¿Cuántas generaciones de magos lleváis?-soltó Salazar

Las dos se sorprendieron bastante por el tono metalizado que había utilizado.

-Creo que desde unas veinti-ocho generaciones-contestó Rowena-más o menos

Salazar les dedicó una amplia sonrisa. Ninguno de los cuatro recordaba conocerse aunque no era la primera vez que se hablaban.

Al llegar al otro extremo del río Salazar y Godric acompañaron a las chicas.

Había un precioso valle, incluso más bonito que el de la otra orilla. Las flores desprendían un olor algo empalagoso y dulzón.

-¿A dónde vais?-les preguntó Godric

-A recoger flores-dijo Helga

-¿¡Flores?!-exclamo Salazar con rostro sorprendido y con una mueca de asco

Pero ellas ya no le escuchaban, estaban ensimismadas haciendo preciosos ramos con los que pensaban decorar sus respectivas habitaciones. Godric se había adelantado un poco, nunca hasta ahora había estado allí y algo le atraía misteriosamente hacia el bosque. Los rayos del sol se colaban entre las copas de los árboles y dejaban entrever en el bosque una tenue luz muy agradable. Sin embargo un gran árbol permanecía bajo la penumbra aunque el sol le daba de pleno. Lo miró desde lejos, estaba cubierto por unas extrañas enredaderas negras y rojizas. Dicho árbol no tenía hojas, pero esta carencia se compensaba con los millones de espinas que crecían en las ramas y se entrelazaban entre sí formando una gran bola en la que muchos animales habían dejado el pellejo. Aquel lugar tenía un aspecto aterrador, pero Godric no se asustaba fácilmente y su curiosidad le llevó caminando cautelosamente hasta muy cerca del árbol.

Se detuvo de nuevo para ver mejor, parecía que en el tronco había una entrada, era como si alguien estuviera viviendo dentro. Godric se acercó un poco más con una cautela asombrosa, ya que él pocas veces se movía tan lentamente. Se le metió un extraño miedo en el cuerpo como si el suelo se fuera a derrumbar o algo o alguien fuera a cogerlo.

De repente el suelo cedió bajo sus pies y se hundió. Exactamente había una trampilla de madera en la que Godric acababa de caerse, dio un grito del susto y después notó frío en sus pies. Sentía que se había mojado, pero aún así aquel agua era demasiado fría, como si fuera hielo líquido aunque ello fuera del todo imposible. ¡¡Era un pozo!!

Los tres amigos oyeron el grito y dejaron al momento lo que estaban haciendo para agudizar el oído. Rowena fue la primera en advertir la presencia de aquel árbol que Godric andaba siguiendo y caminó hacia allí como hipnotizada. Aceleró el paso. Mientras corría, gritaba a sus amigos:

-¡Helga, Salazar, venid aquí!

Ellos dos corrieron tras ella y encontraron a Godric sujetándose como podía a una enorme raíz que pasaba justo al lado del pozo.

-¿Pero qué has hecho?-preguntó Salazar asombrado

Helga y Rowena no estaban para preguntas. Intentaban sacar a Godric del pozo.

-¡Ayúdanos!-le gritó Helga

Salazar se quedó quieto y rígido haciéndose el sordo. Las dos chicas consiguieron con un tremendo esfuerzo sacarle del pozo en el momento en el que Godric ya no podía seguir agarrándose a la raíz por el profundo dolor de sus pies.

-¿Qué pretendías? Darte un chapuzón-comentó Rowena sarcástica

-No, claro que no-dijo Godric aturdido-Es que me caí y ...

-Basta de cháchara-dijo Salazar cortante-Debemos curarte ese pie.

Se agachó y miró por unos momentos el interior del pozo.

-Lumos-murmuró

El líquido que contenía en su interior era lo menos parecido al agua y a la vez lo que más, pero aquel color negruzco daba muy mala espina. Salazar palideció (algo que parece imposible debido a que su piel ya era blanquísima de por sí)

-Es..Es agua maldita-dijo preocupado pero con una leve nota de regocijo.-Necesitamos muérdago dorado y polvos de rabina

Rowena notó esa pequeña alegría en su voz y le envió una severa mirada.

-Volvamos a mi castillo-propuso Helga-Seguro que mis padres sabrán curarle

-Pero no saben que cruzamos el río y estuvimos en el bosque-dijo Rowena desviando la mirada de Salazar hacia su amiga

-¡Mis padres me matarían! No tengo permiso ni para salir del páramo-exclamó Godric preocupado olvidándose por un instante de su dolor-Además no tengo permiso para coger la barca.

-Para mí sería mucho peor, soy el que está más lejos de su castillo-explicó Salazar.

Mientras los demás discutían, Helga tenía un pensamiento rodándole por la cabeza. Acababa de darse cuenta de que ella había leído todos los libros de la biblioteca junto a Rowena y no le sonaba para nada eso de Agua Maldita. Las dos habían leído todos los libros. Entonces rectificó. Habían leído todos los que les eran permitidos... en ningún caso los de magia negra. Un escalofrío le invadió el cuerpo y dijo:

-Accio-mientras apuntaba a un castillo ya que por lo visto tendrían que apañárselas solos.

Un pergamino llegaba traspasando el valle, después el río y por último se posó sobre las manos de Helga. Lo desdobló y sentándose empezó a recorrer con un dedo el mapa. Porque resultaba que el pergamino era un mapa. Todos comprendieron sin hablarse que nadie, bajo ningún concepto, debía enterarse de sus travesuras o los castigos serían de campeonato.

-Aquí-dijo Salazarseñalando una parte interna del bosque

-Pero no podemos ir tan lejos- empezaba a decir Rowena pero al encontrarse con el rostro de Godric contraído de dolor, su corazón pudo más que ella. Le volvió a mirar y exclamó: ¡En marcha!

Helga conocía a Rowena desde los seis años. La extrañó muchísimo que rompiera la palabra que le había dado a su padre. Helga sabía que Rowena era muy estricta consigo misma. A menudo se daba consejos y se regañaba tal y como lo haría un madre con su hijo o hija.

Helga y Salazar ayudaban a Godric a andar mientras Rowena abría camino entre la espesura y les dirigía. Ella era la más ágil de los tres que se hallaban en condiciones de valerse por sí solos.

A medida que avanzaban el bosque se iba volviendo cada vez más salvaje y la luz empezaba a ser un poco escasa. Encontraban árboles carnívoros que estuvieron a punto de arrancarle la túnica a Helga y una especie de tigre se abalanzó sobre Godric que consiguió sácarselo de encima milagrosamente.

-No llegaremos hoy-afirmó Godric al ver el paso que llevaban-Tendremos que pasar la noche en el bosque

Helga y Rowena se estremecieron. Salazar parecía más bien preocupado que cualquier otra cosa

-Nuestros padres van a temer que nos haya pasado algo o qué-pero no tuvo tiempo de terminar la frase. Una lechuza de plumaje castaño se había posado sobre el hombro de Godric ruidosamente.

-¡Tristán!-exclamó él mientras desenrollaba una nota que llevaba atada a una de las patitas. Era la nota más breve que Godric había recibido:

 

 

Tengo una fantástica idea-dijo Rowena con un brillo en sus ojos- Enviaremos una nota a nuestros padres diciéndoles que os habéis quedado a dormir en casa de alguno de nosotros. Helga, siempre preparada, sacó de su bolsa varias plumas y repartió pergamino para que pudieran escribir.

Así lo hicieron. Todos dormían en casa de Godric y Godric en casa de Salazar. Sus padres quedarían contentos aunque engañados.

-Una brillante idea-la felicitó Salazar- Ni yo mismo hubiera inventado una excusa mejor.

Pero Rowena no parecía halagada y muchos menos contenta. Estaba angustiada y sus verdes ojos no paraban de recorrer la oscuridad esperando encontrar algo.

-No te preocupes-la animó Godric- Esto es un círculo mágico. Mientras permanezcamos en su interior no sufriremos ningún daño-dijo a la vez que dibujaba con una rama un enorme círculo. Después musitó Safest y el círculo brilló.

-¿De qué conoces ese conjuro?-inquirió Helga

-Siempre he estado metido en líos y... un día encontré este conjuro mientras ojeaba unos libros antiguos en casa. Lo aprendí por si acaso algún día lo necesitaba, cómo hoy.

-Tengo la impresión de que a partir de ahora todos estaremos metidos en líos- comentó Rowena irónica.

Godric estaba de acuerdo con ella pero sabía que ese sarcasmo y esa ironía se debían a algo que él desconocía totalmente. Estaba seguro que la chica no era ácida de por sí, el problema era saber porqué actuaba de ese modo. Estaba seguro que bajo esas espinas había una chica muy dulce y encantadora

La Luna se escondió tras un gran eucalipto. La oscuridad les envolvía y la única cosa que les apetecía era dormir después de la cansada caminata. Incluso Godric se durmió dejando aparte su hambre y el dolor que le aquejaba. Sólo Rowena permanecía despierta. Estaba contemplando la noche estrellada mientras dibujaba en una hoja de sauce (Helga guardaba el pergamino para cosas más importantes) las constelaciones que veía en el cielo cosa que Godric andaba haciendo antes de dormirse.

Súbitamente se oyeron relinchar varios caballos. De nuevo reinó el silencio. Después de una larga pausa se oyeron varios sollozos y una mujer rompió en llanto.

-Miranda la adivina dijo que la encontraríamos en esta parte del bosque-dijo una voz de hombre

-La curandera dijo que se necesitaba un mechón de cabello rojo perteneciente a un bruja-añadió una mujer

Rowena se pasó instintivamente la mano por sus cabellos.

-Mi...niña...mi pobrecita hija...no te.... vayas....no mueras-consiguió oír Rowena

Ella estaba allí dibujando constelaciones tranquilamente cuando una niña iba a morir porque necesitaba un mechón de cabello. Ella miró el círculo que Godric había conjurado y recordó sus palabras: Mientras permanezcamos en su interior no sufriremos ningún daño. Pero si no salía una chiquilla moriría.

Rowena contemplaba la línea que la separaba del bosque. La línea que la separaba de la incertidumbre y los peligros del bosque. De lo seguro, a lo desconocido...Salió del círculo y sigilosamente se coló entre unas casetas tiradas por caballos.

-¡Tú! ¡Quieta!-le gritó un hombre de piel muy morena.

CONTINUACION 

La asió fuerte y bruscamente por un brazo y la llevó a una tienda donde la tiró al suelo. Dentro estaba una mujer de nariz aguilucha que miraba fijamente una bola de cristal.

-¡Vete!-dijo casi imperceptiblemente. Él ejecutó la orden y se fue cerrando tras de si la tienda con unos finos cortinajes-Perdona su comportamiento-se disculpó la anciana en un tono mucho más amable-Eres la enviada de las estrellas.

Rowena que aún no había conseguido incorporarse por el fuerte golpe que había recibido, levantó el rostro y esbozó una leve sonrisa. Le gustaba tal comparación, los astros y el cielo eran su pasión y su pasatiempo favorito en las noches veraniegas.

-¿Tendrías la bondad de acercarte?-pidió la mujer

Ella obedeció, se sentó de rodillas y le dio unas tijeras que estaban sobre un mueble carcomido. La anciana sonrió. Un violento tijeretazo separó uno de sus rojos pero cortos mechones ondulados. Después le indicó una especie de sillón para que esperara mientras ella preparaba la poción para la niña enferma. Ella observaba con su excelente vista todos los detalles que la noche le dejaba entrever. Había unas siete casetas tiradas por caballos de distintos colores y razas. Las casetas eran todas de tonos verdosos para camuflarse entre los arbustos. Había muchísimas cosas para ver pero una de ellas llamó más la atención de la chica.

Una de las casetas tenía en su exterior un grueso cordón del que colgaban varias jaulas. Unos pájaros de lo más extraño estaban cautivos dentro. Eran de tonos plateados con una larga cola azulada que pendía de la jaula y brillaba bajo la luz de algunas velas.

Rowena sabía que clase de aves eran: Colasazules de Rhiannon. Eran pájaros con altas propiedades mágicas con los que supuestamente las hadas se transportaban de un lugar a otro, pero Rowena había dudado de su existencia hasta ahora. Si había algo que ella conocía casi tan bien como las estrellas eran los pájaros ya que surcaban el cielo que ella tanto adoraba. Después de salir de su ensimismamiento se fijó en lo que había dentro de la caseta. Estaba llena de tarros en los que había pomadas, polvos, elixires y demás hierbas. Una de ellas brillaba. Era de color verde dorado, no tuvo que hacer grandes esfuerzos de memoria para recordar cual era esa planta. Era ¡Muérdago dorado! Varios gritos la volvieron a la realidad.

-¡Suélteme! ¡Quíteme esas sucias manazas de encima! ¡Esta túnica es de seda!-era un voz masculina aunque con un ligero siseo.

-¿Dónde está Rowena?-preguntaba otra voz también de chico.

-¡No me estire del pelo! ¡Ay!-chillaba esta vez una voz femenina.

Rowena se levantó. El mismo hombre huraño que la había llevado hasta allí ahora asía a sus tres amigos. Llevaba a Godric colgado sobre un hombro como si de un saco se tratara. A Salazar lo llevaba cogido de la túnica igual que a Helga tan solo que a ella le pillaba el pelo haciéndole bastante daño.

-¡Suéltelos!-gritó Rowena estirándole de la camisa pero de nada sirvió ya que apartó a la niña otra vez de un manotazo. La había vuelto a empujar con tanta furia que de nuevo había caído de espaldas al suelo.

-¡Suéltalos!-repitió esta vez la anciana aunque sin levantar la mirada del grueso libro que leía. Éste la obedeció por segunda vez y se marchó.

-¡Rowena! ¿Estás bien?-preguntó Helga muy alarmada aunque con alivio

-Sí ¿Porqué habéis venido?-dijo Rowena

-¡Porqué! ¡¡Porqué estábamos preocupados por ti!! ¡No volveré a preocuparme y menos por una chica! ¿¡Has visto mi túnica!?-chillaba exasperado

Ella agachó la cabeza. Nunca nadie la había reñido tan severamente. Ella siempre seguía las normas al pie de la letra y sabía que.... No pudo seguir recordando y el mero hecho de pensar en su pasado hizo que varias lágrimas rodaran sobre sus mejillas. Helga la abrazó intentando consolarla mientras miraba furiosa a los dos chicos. Evidentemente Rowena no había salido del círculo por el mero hecho de apetecerle.

-No te pongas así-dijo Godric obligándola a mirarle a los ojos-después de todo la culpa es sólo mía

-Sí, deja de llorar-la consoló Salazar que le alargaba un pañuelo

-Es de seda-bromeó Godric guiñándole un ojo a su amiga y preguntándose si eso entraba dentro del comportamiento normal de Salazar.

La anciana les llevó a una tienda muy lujosa deseándoles buenas noches. Rowena les hizo partícipe de todo.

-Hiciste bien en venir-aprobó Godric-Si no que hubiera sido de la niña...

Salazar no parecía ni remotamente de acuerdo pero prefirió callárselo. Ella les siguió explicando sobre los pájaros y el muérdago.

-Tenemos que robar ese muérdago

La voz de Salazar sonó como una orden más que una proposición

-¡¿Qué?!-exclamaron atónitos los tres

-El agua te está subiendo por la pierna, sino tendría que ser cort...-le explicaba Salazar a Godric

Helga le tapó a Salazar la boca con la mano. No quería que siguiera contándoles lo que a Godric le podría suceder. Respiró hondo y dijo

-La esperanza es lo último que hay que perder. Yo soy la que mejor conoce los hechizos de transformación...

-¡Pero aún estás en tercer grado!-se exasperó Rowena que temía por su amiga

-Bueno te confieso que jamás lo he probado...-reconoció la chica-Pero sé tanto de transformaciones como Salazar de plantas-añadió esto con la intención de que Salazar le dijera como eran los polvos de rabina

-Si lo dices por los polvos de rabina-insinuó Salazar como leyéndole el pensamiento-son hojas verdes moteadas por pequeñas arrugas violetas

Helga se concentró y apuntándose con la varita se transformó en un osezno. Su transformación fue tan perfecta que incluso consiguió que sus manos humanas siguieran siendo las mismas para poder coger lo que quería.

El osezno de manos humanas se encaminó a la caseta. Cogió el tarro sin problemas y entró al interior que estaba tan oscuro que sus amigos la perdieron de vista. Después de varios minutos que a los tres les parecieron varias eternidades el osezno volvía con un brillante tarro y una bolsita.

Salazar cogió los ingredientes con celeridad. Sacó un caldero diminuto que llevaba plegado en el bolsillo de la túnica mientras Godric le conjuraba un fuego. Salazar desmenuzó las hojas, hizo un pasta con el muérdago lo echó en el caldero mientras removía la mezcla constantemente.

-Deben ser brujos ilegales-declaró después de observar largo rato el lugar

-¿Cómo lo sabes?-preguntó Rowena

-Está prohibido cazar esos pájaros y tener muérdago sin licencia. Si quieres más pruebas mira esa jaula de cristal.

Rowena la buscaba con la mirada mientras Godric tomaba la poción. De repente Rowena ahogó un grito y se agarró al brazo de Godric, el cuál derramó varias gotas del remedio sobre su túnica.

-¿Qué pasa?-inquirió él

Rowena estaba tan atemorizada que no podía articular ni una sola palabra. Al no obtener respuesta Godric dirigió su mirada hacia Salazar.

-Nada, al menos nada que tenga importancia. Tan solo que en esa jaula hay varias boas y víboras pasándolo en grande en una pelea contra viudas negras y escorpiones-dijo como si eso fuera la cosa más natural del mundo y a cada momento uno se cruzara con tal espectáculo- Están ganando las serpientes-añadió como si se tratara de la puntuación de un partido de Quiddicht y se alegrara de que su equipo estuviera ganando.

Godric se estremeció levemente y lanzó una mirada de reprobación a su amigo.

-Creo que ya estoy mejor-dijo Godric sinceramente tratando de calmar a Rowena

El intento fue fallido. No sirvió para nada. Entonces decidió probar otro tema.

-Eh...em-carraspeó sin saber qué palabras escoger-Rowena, ¿Puedes soltarme el brazo?

-¡Oh Claro!-exclamó colorada

-Parece que ya estamos libres de problemas... Pero un sollozo sobresaltó a Salazar y no consiguió terminar la frase.

Era Helga, mejor dicho, el osezno el que lloriqueaba

-No-no-p-pu-puedo-vol-volver-a-mi-f-f-forma-hu-huma-humana-dijo entrocortadamente

Los tres se miraron. Si ella no lo conseguía poco más podrían hacer ellos. Rowena la cogió en brazos como si fuera un bebé intentando tranquilizarla con esperanzas, un poco turbias, ya que no tenían ni la menor idea de como devolverla a su forma humana. Lo primero que decidieron fue abandonar aquel lugar siniestro. Salazar estaba un poco triste por tener que dejar a los ofidios ya que miraba a las serpientes como si se estuvieran despidiéndose. A Rowena no le preocupaban ni lo más mínimo las amiguitas de él y decidió ayudar a Godric a soltar los Colasazules de Rhiannon.

Anduvieron un buen rato. Pronto amanecería. Se habían librado de un problema: Godric ya se encontraba bien pero por el camino habían conseguido otro: Helga ya no era Helga. Era un osezno.

Se sentaron sobre un gran tronco caído que les sirvió de banco. Rowena fue la primera en pronunciar alguna hipótesis sobre la solución de Helga:

-Tienes que pensar con todas tus fuerzas que quieres volver a ser humana

Helga se esforzaba en ello y ponía tanto ímpetu como le era posible. No se rendía fácilmente y siguió intentándolo durante una media hora. Después pensó en lo que le gustaría abrazar a sus padres y volver a su castillo pero no podría hacerlo como oso. Entonces como si de un árbol se tratara el oso se fue convirtiendo en la práctica chica rubia llamada Helga. Ahora que los problemas habían pasado ya podían regresar a sus castillos.

Ellos volvían contentos y alegres, pero de la rabia y el enfado que tenían los brujos ilegales no sabían nada. La furia de la vieja anciana tuvo al despertar y encontrar las jaulas vacías, echar en falta un valioso tarro de muérdago y para finalizar una bolsa entera de hojas de rabina desaparecida fue demasiado para sus ancianos nervios.

Se metió dentro de su tienda cogiendo un trozo del mechón de Rowena que le había sobrado lo metió en un plato con babas de sapo y empezó a musitar un extraño conjuro.

Godric seguía caminado cuando Tristán volvió a aparecer. Traía otra nota, esta vez algo más larga:

 

 

 

 

 

Godric estaba sereno. Todos los enredos ya habían terminado y ya estaba escribiendo la contestación.

-Godric, Helga-le interrumpió Salazar- Decideme que necesito lentes pero, ¿No es mucho más largo el pelo de Rowena?

-¡Muchísimo más largo!-corrobó Helga mostrando el cabello de Rowena que antes era un media melena y ahora le llegaba po la cintura.

Siguieron andando pero el pelo de la chica seguía creciendo y creciendo. Godric escribió una nota diciendo:

 

 

 

 

 

-¡Y tan peliagudo! Nuca mejor dicho-dijo señalando el pelo de Rowena que parecía un alfombra que decoraba varios metros del suelo del bosque.

CAPÍTULO TERCERO: POR LOS PELOS

-Vamos Helga-la apremiaba Salazar-piensa

-No quiero pensar-respondió enojada. De repente se echó a llorar

Los dos chicos se giraron y en vez de ver a Helga volvieron a ver a un osezno

-Lo que nos faltaba. Teníamos una cabellera gigante y ahora un osa-se burló Salazar-además una osa llorica

El osezno Helga se puso a llorar más fuerte. Rowena estaba envuelta por su propio pelo y le costaba un poco respirar, Salazar seguía haciendo comentarios fuera de tono y Godric no sabía qué hacer.

Una luz verde se le acercó y se posó delante de él una extraña dama vestida con un atuendo de hojas.

-Metido en problemas, como siempre. Supongo que para no perder la costumbre

Godric no se sorprendió de que un ser mágico supiera de sus travesuras.

-Soy Rhiannon-se presentó- Has salvado a mis queridos pájaros y por ello voy a ayudarte. Esa cabellera sólo la puede cortar la mujer del comerciante con unas tijeras que le regalé. Respecto a tu otra amiga solamente en tu castillo se halla la respuesta para la que necesitáis tres estalagmitas de la barba de un Helario

Con estas palabras Rhiannon desapareció de la misma forma con la que había venido. ¿Qué era un helario? Había preguntado Godirc Helga se lo había explicado con pelos y señales:

-Es un monstruo de hielo. Suelen vivir mucho más al norte que esta región. Dicen que son muy peligrosos porque disponen de relámpagos helados más mortales que el veneno-había dicho aquello como si estuviera recitando varias frases de un libro.

Ninguno de los dos chicos había imaginado encontrarse en tal situación; para Salazar vergonzosa. Godric cogía la inmensa cabellera de su amiga mientras Salazar se quejaba por tener que llevar un osezno en brazos.

Godric no sabía donde encontrarían a la mujer del comerciante y mucho menos sabía por donde empezar a buscar a un Helario.

Por alguna razón, que él mismo desconocía, Godric se sentía atraído hacia el árbol que había desencadenado todos sus problemas. Avanzando cansinamente llegaron otra vez al punto de partida.

-Y bien ¿Qué hacemos aquí?-preguntó Rowena apartándose de la cara uno de sus kilométricos mechones

-Entrar en la casa del comerciante-sentenció Godric con voz sería, extraña en él

-La pregunta es ¿Dónde está su casa?-decía Salazar sabiamente

-Allí-dijo Godric firme, con una sonrisa.

Se le acababa de ocurrir la forma de entrar en la casa sin tener que acercarse andando ya que estaba seguro que la casa estaría protegida por otros conjuros y pozos y no era momento para volverse a caer en uno de ellos.

Salazar no estaba conforme con la idea de su amigo: Eso de entrar en la casa-árbol no le convencía y menos llegar allí volando, por decirlo de alguna manera. Godric conocía una novela muggle llamada: Tarzán. Era un hombre que se paseaba por la selva con la ayuda de lianas. En ese bosque no había lianas pero sí largas y resistentes enredaderas.

Salazar trepó torpemente a un árbol y se lanzó aferrado a una hacia la casa-árbol. Cayó de bruces ensuciándose su impecable y preciada túnica. Godric y Rowena tuvieron que girarse para evitar que Salazar los viese riendo. Helga no tuvo ningún problema al hallarse en su forma de oso. Después le tocó el turno a Godric

-Ahora voy yo-dijo él

-Pero yo no sé...-intentó decir Rowena pero Godric la cortó cuando hablaba

-Tienes que ser valiente-le susurró él. Se lanzó y de un salto bajó ágilmente como si fuera una rutina.

Rowena se cogió a una cuarta enredadera y recogiéndose el pelo como pudo, ella también se lanzó. Cerró los ojos y saltó justo a tiempo para no chocarse contra el árbol. Ella cayó sobre los brazos de Godric y éste le dijo al ver su cara de espanto:

-Ves, no era tan difícil

Rowena arqueó las cejas. No había conocido nunca ha nadie tan valiente pero tan inconsciente. A decir verdad Rowena conocía a muy poca gente ya que su padre la tenía casi siempre estudiando en el castillo. Salazar maldecía interiormente haber encontrado a las dos chicas ya que su mejor túnica estaba toda manchada de barro, pringosa, por no hablar de lo arrugada que también estaba.

Godric se encaramó al árbol. Rowena sentía un frío que le recorría las venas y le helaba el aliento pues si Godric se caía desde esa altura ni mago ni muggle podía salvarse.

Él se metió por un agujero que sería posiblemente una de las pocas ventanas y encontró a una mujer de avanzada edad meciéndose en un balancín mientras leía reposadamente un libro de cocina

-Perdonad señora...

-¡Oh! Un chico educado. ¿En qué te puedo ayudar?

-Pues verá, a una amiga la han embrujado y no le para de crecer el pelo a causa de la maldición y Rhiannon nos dijo que usted tiene unas tijeras que lo cortan todo.Y-entonces Godric dudó un poco-Nos gustaría saber si hay algún monstruo de hielo por aquí-a Godric no le sonó muy convincente su voz-Necesitamos tres estalagmitas de la barba de un Helario. ¿Podrá ayudarnos?

- Vayamos por partes ¿Y dónde está tu amiga?-preguntó al ver a Godric solo

-Ella está abajo, no pudo trepar-respondió

-¡Santo cielo! ¡No sé cómo no te has matado! Claro que la culpa es de mi marido que tiene trampas por todos lados. Ahora le abro la puerta a tu amiga

Bajó unas empinadas escaleras de caracol con una ligereza que a Godric le asombró.

Él la seguía por detrás. La anciana cogió una llave de madera a la que le estaban creciendo pequenos brotes y abrió la puerta. Al girar la llave ésta floreció. Al dejarla de nuevo volvieron a aparecer los insignificantes brotes.

-Pasad. Debemos darnos prisa porque pronto llegará mi marido al que no le gustan los humanos y menos lo niños-dijo previniéndoles.

A Godric aún le fascinó más la altura de la puerta que la ligereza de la anciana.

Rowena se sentó en una preciosa silla de mimbre mientras que la mujer le iba cortando el pelo. Salazar miraba la casa con un asco creciente y procurando no tocar nada por miedo a ensuciarse más de lo que estaba.

-Acabé. Ahora tienes una preciosa melena roja

Ciertamente a Rowena el cabello le llegaba por la cintura aunque ella no parecía estar de acuerdo con lo de "preciosa" ya que odiaba su color de pelo y envidiaba el color rubio de su amiga, cuando era humana. De todos modos le agradeció su ayuda un par de veces.

-¿Cómo os llamáis?-preguntó Godric tratándola de vos que era tal y como a la mujer le agradaba.

-Ágatha-contestó-y si no os dais prisa os será bastante complicado dejar este lugar.

Justo acabó de pronunciar estas palabras cuando un temblor agitó toda la casa.

-Escondeos en ese armario-musitó la mujer mientras les indicaba un guardaropa muy viejo

-¿Qué tengo para comer cariño?-preguntó una voz potente que resonaba más de lo normal

-¡Oh! Sí. Claro. Te he preparado cuatro corderos asados con hierbabuena con un litro de whisky

La mujer se apresuró a traerle grandes bandejas que el mutante devoraba en cuestión de instantes. Después de comer (unos diez platos primeros y otros diez más de segundo, tomarse varios postres y beberse unas quince barricas de vino) al mutante le entró un sueño tan voraz como su hambre. Cuando los ronquidos invadieron el silencio la mujer arrancó de un tirón una estalagmita de la barba del hombre, que sin duda era un Helario.

-¿¡Qué sucede!?-preguntó despertándose de golpe

-Es que...-empezó la mujer-Un pajarito me contó que andan unos niños por el bosque y un oso-insinuó la mujer cuando ya había recuperado el habla

-Ah sí-dijo bostezando-Necesitan tres estalagmitas de Helario para mezclarlos....

El gigante no terminó la frase y volvió a quedarse dormido. Después de unos minutos la mujer se le volvió a acercar y le arrancó una segunda estalagmita

-¡Sapos nigrománticos! ¿Qué te pasa ahora?-rugió frotándose la barba

-Nada. Verás... Antes dijiste que tenían que mezclar...

-Tienen que mezclar tres estalagmitas con una poción de mandrágora del castillo de un tal Godric. Ahora quisiera dormir una siesta sin interrupciones-pidió algo enojado.

Esta vez la mujer esperó bastante más para arrancarle la tercera y última estalagmita. Al hacerlo, el gigante estalló de dolor.

-¡Por dos mil diablos y demonios del infierno! ¡Qué gárgolas te pasa ahora! ¿Qué es tan importante para despertarme en medio de un sueño tan infernal?-exclamó el Helario exasperado

-Cariño no te enfades-dijo la mujer haciéndose la remolona-Yo sólo quiero saber porqué todos los animales se mueren antes de llegar a casa y me gustaría saber qué haces tú para saltárte las trampas-concluyó algo nerviosa

-Sólo tengo que estirar el tulipán negro que crece en nuestra casa y se ilumina un sendero limpio de trampas o bien la rosa negra que crece del álamo que tenemos en frente.-explicó Y ahora quiero dormir en paz y tranquilidad-exigió él

Después de un largo rato la mujer se fue acercando con sigilo y cautela al viejo armario. Hizo rodar una llave en el interior de la cerradura y silenciosamente el oso y los tres chicos fueron saliendo.

<<Atchus>> Salazar había estornudado y la aguda oída del helario se había percatado y súbitamente había abierto los ojos.

-Corred-exclamó Godric agarrando de un tirón el brazo de Rowena

Era difícil bajar deprisa aquellas empinadas escaleras pero contaban con la ventaja de que el gigante tenía que ladearse para poder pasar y a pesar se sus largas zancadas tenía que ir muy despacio.

-¿No podías estornudar en otro momento?-le preguntó el osezno

-Cosas de la vida-contestó él altivo

Rowena ya presionaba el tulipán negro y un pequeño sendero se había iluminado de color amarillento. Los cuatro echaron a correr tan rápido como podían. Rowena era muy ágil pero no precisamente rápida y una enorme mano de hielo la alcanzó elevándola varios metros del suelo.

El Helario la tenía apresada y la estrujaba con fuerza; ella iba moviéndose para impedírselo pero su cansancio era tal que pronto desistió. Las palabras <<Ayuda, Socorro, Auxilio>> resonaban en la cabeza de Helga pero era mucho peor no oír nada ya que eso significaba que las fuerzas abandonaban a su amiga.

Godric se lanzó desde una enredadera y saltó sobre el hombro derecho del Helario. Sacó su tirachinas y empezó a apuntarle a los ojos. Soltó a Rowena que chillaba de dolor y desesperación. Era imposible que sobreviviera a una caída de tanta altura. Helga se tapó las manos. No quería ver la muerte de su mejor amiga, sin embargo al abrir los ojos la vio agarrada a una rama algo endeble bajo un pequeño estanque de lodo lleno de serpientes eléctricas y alimañas.

El Helario aulló de dolor. ¡No podía abrir los ojos a causa del dolor! ¡No podía ver nada! Godric seguía tirándole más piedrecitas empimentadas. A la vez que le causaba un cosquilleo horrible le picaba toda la cara, la nuca y los hombros. Godric trepó por su abundante mata de pelo de estalactitas y se situó en la cabeza, donde podía mantenerse mucho mejor ya que no resbalaba tanto. Mientras, Salazar estaba al pie del estnaque mirando fijamente a las serpientes a la vez que Helga le apremiaba a reaccionar.

Allí invocó un pequeñas bolas de fuego que iba tirado al Helario para que se derritiera. El gran monstruo de hielo se iba derritiendo formando un gran charco de agua al borde de la congelación, cualquiera que cayera en esa agua tena todas las papeletas para morir solidificado. Godric ya iba a lanzarse para bajar cuando un manotazo lo cogió y empezó a apretarlo como si quisiera que explotara.

Las bolas de fuego seguían haciendo su trabajo. Unos instantes más tarde el Helario resbaló y cayó con fuerte estrépito de espaldas.

Godric seguía allí inhalando el poco aire que quedaba. Rowena seguía debatiéndose entre la vida y la muerte, Salazar estaba inmóvil y Helga corría para liberar a su amigo.

Se metió entre la encrucijada de plantas medio ahogadas por el agua e hincó el diente en la mano del Helario con tanta furia y fuerza que un chorro de hielo líquido salió da la "herida". Una vez fuera corrieron junto a Salazar que seguía allí mirando a los ofidios.

-Salta-dijo Godric seguro

-Me voy a caer-gritaba la chica

-Te caerás de todas maneras-argumentaba él

Rowena y Godric discutieron un rato hasta que ella saltó tal y como el chico le llevaba diciendo desde el principio. Godric la cogió y al mismo tiempo cayó la rama en la que ella estaba cogida y una de las serpientes la tragó de un de un solo bocado.

-La segunda vez en un día que la coges en brazos-se burló Salazar irónicamente al verlos

Rowena saltó de los brazos de Godric hecha un fiera y miró a Salazar con una nota de desdén y las mejillas coloradas a conjunto con su pelo.

A Godric le parecía divertido todo aquello y dijo:

-De nada-pues acababa de salvarla de ser comida por una serpiente eléctrica y estrujada por un gigante y la chica no se lo había agradecido ni una sola vez.

-Gracias-contestó ella girándose-Le doy las gracias, aunque su ayuda no fuera solicitada-añadió mientras le hacía una reverencia muy exagerada.

Los cuatro (incluido el osezno) se echaron a reír y decidieron volver a sus castillos <<antes de meternos en más líos>> había dicho Salazar.

Rowena llevaba al pequeño osito en brazos. Godric seguía sereno como si nada hubiera pasado y Salazar iba quitándose el lodo y el fango que llevaba en la túnica.

Al montar en la barca <<Chop>>. Tres de ellos se echaron a reír. Salazar acababa de caerse al río y subía apresuradamente a la barca ya que parecía que tenía pánico al agua.

-Seguro que ahora ya estás muy limpio-dijo Rowena con su sarcasmo habitual-aunque creo que esa túnica de imitación de seda tendrán que lavarla tus elfos domésticos-añadió al ver la etiqueta.

Las mejillas de Salazar se tiñeron de un rojo muy pálido que denotaba la vergüenza que ardía en su interior. Godric no entendía exactamente porque Rowena siempre estaba a la defensiva. Él estaba seguro que Rowena era una chica fantástica pero no entendía porqué se cubría por un enorme manto de espinas y no dejaba pasar a nadie. Ella incluso tenía poca confianza en Helga, y eso que se conocían desde hacía mucho tiempo.

Remando y pensando llegaron delante del castillo de la chica. Ella bajó de la barca y se despidió:

-Procurad no meteros en problemas. Al menos de aquí hasta tu castillo-le dijo a Godric.

La barca siguió avanzando y pronto llegaron al castillo de Godric. Los dos chicos bajaron. Godric llevó a Helga en brazos hasta la Sala de Estudio. Allí Salazar mezcló las estalagmitas del gigante con la poción de mandrágora y se la dieron a beber. Después de unos minutos que a ellos les parecieron horas el osezno volvió a convertirse en la práctica y rubia Helga. Esbozó una gran sonrisa al mirarse en un espejo y comprobar que ya volvía a su forma humana.

Godric les dejó un caballo a cada uno (ya que las escobas se las había confiscado su padre) y cada uno partió en dirección a su castillo. Suspiró de alivio. Ya todo volvía a la normalidad.

-No me han avisado que llegaste-dijo una voz

Godric se giró abruptamente. No esperaba que nadie le estuviera viendo. Ante sus ojos estaba su maestro Honoré con una sonrisa un tanto extraña en él.

-Llegué hace poco. Ahora para ser exactos-contestó él

-Pues llegas en un momento perfecto. Acabo de pasar por la Sala de Estudio y creía que tenía dos frascos de mandrágora y en verdad no-dijo esto y sacó una botellita vacía ya que Helga acababa de tomársela hacía unos instantes

-¿Y qué tengo qué ver yo?-preguntó Godric haciéndose el despistado

-Nada-mintió Honoré- Sólo pensé que después de unos días en casa de Salazar tendrías que ayudarme a preparar la poción. Has faltado unos días a clase. Hasta el jueves no habremos compensado ese fallo.

-¡¡Hasta el jueves!!-exclamó Godric que no pudo contenerse

-Lo siento me equivoqué. El jueves tendrás que asistir a una reunión en el Consejo Real de Magos y Brujas.

A Godric le parecía un futuro muy negro. Tres días sin jugar y al cuarto asistir a una reunión llena de adultos aburridos. A Honoré le dio pena ver al chico tan desanimado y añadió:

-Pero estarán Salazar, Helga y Rowena entre otros chicos

Godric levantó la cabeza. Eso era una buena noticia.

CAPÍTULO CUARTO: SE DESCUBREN LAS TRAVESURAS

Los tres días habían sido insoportables para él. Sólo habían estudiado pociones, pociones y más pociones. Nada de encantamientos o cualquier otra asignatura. Y algo más importante: ¿Cómo sabía Honoré que había conocido a Helga y a Rowena?

Godric llegó tarde al salón donde ya todos le esperaban porque Ector le había escondido la túnica gris azulada que tenía que ponerse. Godric odiaba viajar con los polvos flu ya que siempre salía en el lugar equivocado.

-A la Sala de Esper de Consejo Mag Bruj-fue lo único que pudo conseguir decir ya que las cenizas le hacían estornudar.

Godric acababa de salir en una sala que sólo la iluminaba un tenue fuego que ardía en la chimenea. Era una habitación muy extraña. Había calaveras humanas en la mayoría de las estanterías que servían para agrupar los muchos libros que había allí, que sospechosamente era una biblioteca de magia prohibida. Plumas oscuras colgaban del techo y un olor a plantas muy fuerte invadía la sala. Godric iba a abrir la puerta cuando notó que alguien estaba abriendo desde fuera con una llave. Para su sorpresa era Salazar

-¿Qué haces aquí?-preguntaron los dos a la vez

Godric le contó lo de los polvos flu pero Salazar no dio respuesta. Los dos llegaron a una gran Estancia en la que muchos magos esperaban la abertura de la Puerta Del Gran Salón de Reuniones. Muchos otros brujos y brujas de la misma edad que los dos chicos y también muchos otros más mayores se aglomeraban en círculos para contarse cotilleos y demás. Una carita asustada pero de cabellos llamativos recorría la Sala con los ojos junto a otra chica que estaba tranquila hablando con ella aunque no la escuchara. Godric y Salazar se dirigieron hacia ellas.

-¿Dónde estabais?-preguntó Helga

-Dando un paseo-mintió Salazar

Un lacayo vestido de librea abrió las puertas del salón y poco a poco se fue llenando la Gran Sala de Reuniones.

-¡Eh Salazar!-gritaba un chico bastante más mayor que ellos agitando la mano

Los cuatro fueron hacia él.

-Ellas son Helga Hufflepuff y Rowena Rawenclaw. Él es Godric Griffindor-les presentó

Godric le tendía la mano como saludo pero el chico la ignoró. Se limitó a preguntar:

-¿Son de sangre limpia?

Las dos chicas y Godric se encogieron de hombros y miraron a Salazar suplicándole ayuda.

-Claro. ¿Por quién me has tomado?-respondió él con indignación.

Salazar parecía encontrarse en su salsa hablando de maleficios, pociones nefastas que probaban con animales y conjuros escritos en nigromante:

-Hemos cazado un búho enfermo y probaremos con él la poción Sangre negra.-comentó una chica muy contenta

-Creo que estará lista dentro de unos quince días. Será fantástico ver cómo vomita toda la sangre después de haber pasado varios días con fiebres-decía otro con cara de satisfacción.

Helga tenía los ojos salidos de las órbitas con sólo oír esos desastres, Rowena estaba tan pálida que casi era transparente . Salazar escuchaba atento y en silencio y Godric intentaba convencerles de que aquello no era lo correcto, aunque todos sus esfuerzos fueron en vano.

Muy despacio los tres se apartaron del grupo y Godric estiró a Salazar para obligarle a ir con ellos.

-¿Cómo pueden estar tan alegres hablando de esas cosas?-preguntaba Helga

-¿Qué es eso de sangre limpia?-inquirió Godric

Su compañero lo miró escéptico y contestó:

-Son los magos que su sangre no está mezclada con sangre muggle, por supuesto

-Pero eso es despectivo. Es como llamarte mala sangre o algo parecido-argumentó Godric

-De eso se trata. De ridiculizar a los magos que no son dignos de llevar ese título.

-¡Ven aquí Godric!-chillaba una voz

-Pero los magos con sangre muggle no son peores que nosotros-seguía Godric haciendo caso omiso a la voz que le llamaba

-¡Godric! ¡Ven de una vez por todas!

Al fin se giró y vio como su padre le estaba llamando.

-¡Qué chico! No sé que vamos a hacer con él...-comentaba Margaret

-Ya cambiará. Es la edad-le decía una mujer

-¿Ya le diste las gracias a los Sres. Slytheryn? Con lo olvidadizo que eres...-le preguntó su padre

-¿Las gracias? ¿Las gracias porqué?-quiso saber el Sr. Slytheryn

- No seas tan modesto Pérfido. Godric se quedó unos días en casa de usted-dijo Leophold

-Pero si fue Salazar quien se quedó en su casa-comentó su madre

-Sí. Igual que Rowena-dijo Edgar (su padre) angustiado

-Ee... nosotras mejor nos vamos-dijo Helga con un hilo de voz mientras intentaba escurrirse

-¡Alto ahí jovencita!-le gritó su madre

-Es obvio que estuvieron en otro lugar-sentenció el padre de Salazar

-Te acordarás de este castigo Rowena-dijo Edgar muy severo

-Bueno Edgar, no te pongas de eso modo-intentó calmarle Sophie (la madre de Helga) al verle tan fuera de sus casillas.

-¡Pero te parece normal!-le chilló su padre a la niña

Rowena enrojeció haciendo conjunto con su pelo.

-Cálmate. Ya pensaremos en un buen escarmiento-dijo la madre de Salazar

-Sí. Se me acaba de ocurrir una gran idea.-les comunicó Leophold a los demás

-¿Y de qué se trata?-preguntó el padre de Helga

-Un castigo en conjunto-entonces miró a los chicos y añadió: Podéis iros.

-Y ni se te ocurra hacer ninguna trastada más-le advirtió su padre a Salazar

El Sr. Leophold quería hablar a solas con los demás acerca del castigo sin que ellos estuvieran delante .

-Eh Salazar... ¡No hagas ninguna trastada! Pobrecito el niño, es demasiado pequeñín no vaya a ser que te pase algo y te riñan.-se burló un chico algo más mayor que ellos acompañado de una muchacha de preciosos ojos violetas

-Peor eres tú que eres demasiado cobarde para desobedecer a alguien por miedo a que te riñan. La cobardía te viene de herencia-se mofó Godric recordando la discusión de la "sangre limpia"

Salzar sonrió a su amigo como diciendo "Te debo una". Fueron a sentarse al lado de las chicas. Rowena parecía bastante afectada. <<¿Porqué?>> se preguntaba Godric. Si cada vez que le reñían tuviera que deprimirse, él estaría hecho un mar de lágrimas. No desobedecía por que le gustara sino que las circunstancias le empujaban a ello sin quererlo. Además, sin aventuras la vida sería muy insípida.

-¿Qué te pasa pelirroja?-preguntó Godric para animarla

-Me llamo Rowena-le corrigió enfada

-¡Vale fierecilla!-contestó él

-Ahora empieza la reunión. Tendremos que salir-les informó Helga que siempre estaba atenta

Estuvieron vagando por los jardines a la espera de que la reunión terminara.

-¿Qué crees que es eso de un castigo colectivo?-preguntó Salazar

-No tengo ni idea. Mi padre cada día me sorprende más en esa cuestión-respondió Godric

El edificio del Consejo Real estaba muy decorado. Las paredes frías de mármol blanco le daban un aire majestuoso que después se traducía en una falta de "ese algo" que convierte un lugar cualquiera en un lugar acogedor. Más que un lugar de reunión donde todo el mundo debía sentirse bien parecía una jaula con alfombras.

Después de una larga y prolongada reunión de no menos de cuatro horas sus padres salieron.

-¿Quién se quedará con los chicos?-preguntó Sophie-Yo me quedaría pero la abuela está cada día peor y tengo que quedarme.

-Desde luego nosotros no-dijeron Pérfido y su mujer al unísono-Somos los únicos que sabemos sueco

Les habían mandado como delegados para pactar con el pueblo sueco sobre un asunto de Estado.

-Yo si pudiera encantado, pero yo solo...-dijo el padre de Rowena

-Que se queden conmigo-se ofreció Margaret

Leophold la miró exasperado. Sus ojos hablan solos: <<¿Te has vuelto loca? Tú no sabes lo que será que te quedes durante quince días sola rodeada de cuatro diablillos>>

-No me mires así-le dijo ella- ¿Os portaréis bien?-les pregunto a ellos como si aún tuvieran cinco años.

Ellos asintieron sonrientes. Sería muy divertido.

Nota del escritor: ¿Se te ocurre qué les pasó a los cuatro durante sus años perdidos? Estás invitado a escribir una continuación. Sólo debe concordar con lo escrito anteriormente y lo que viene ahora!

CAPÍTULO QUINTO: LOS AÑOS PASAN EN UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS.

-Fue muy divertido aquella vez que nos quedamos en tu casa-recordó Rowena

-Lo mejor fue cuando te caíste en este mismo salón cunado aún no lo conocíamos-dijo Godric. Rowena enrojeció un poco.

-Y nuestros padres cuando compraron una mazmorra para encerrarnos a cada uno en un piso diferente y nosotros hicimos varias trampillas para estar juntos.

-¡La de días que estuvimos allí jugando y riendo!-exclamó Salazar dejando un libro de pociones aun lado-¡Y nuestros padres convencidos de que nos aburríamos como ostras con eso de los castigos colectivos!

-¡Y lo que te costó aprender a trepar para subir por las trampillas!-dijo Helga

Salazar la miró desafiante aunque divertido.

Los cuatro estaban sentados en un salón secreto que Rowena había descubierto cuando era pequeña cuando se había caído. El tiempo pasaba. Ya no eran unos críos de once o doce años. Eran cuatro adolescentes con la llama de la aventura ardiéndoles en el interior.

Habían vivido muchas aventuras, pero no se imaginaban que éstas sólo habían sido el aperitivo. Lo bueno (y lo malo) estaba todavía por llegar.

********

Godric como cada día tenía clase de esgrima pues eso era lo que exigía la etiqueta. Pero hoy Salazar no practicaría con él ya que tenía que ir a la ciudad para acompañar a su padre. Así que Godric estaba allí solo, con la única compañía de su maestro.

-No le deje ni un momento-le dijo Honoré al Sr. De Brunei-Godric está últimamente por las nubes.

El Sr de Brunei era el mejor esgrimista de todo el mundo mágico. Tenía una destreza con la espada inigualable.

-Godric, pon más atención. Si esto fuera un duelo ya no lo contarías.-Godric seguía ensimismado con sus propios pensamientos- ¡Godric! ¿Me estás escuchando?

-Ah sí, hablábamos de eso del duelo y que yo...

-¡Ay el amor! La esgrima y el amor son dos espadas que nunca se cruzan. Dejaremos la clase para otro día.

El esgrimista guardó su espada y se fue al salón para tomar un té con Leophold. Tenían que hablar sobre una nueva estocada. Godric seguía ahí de pie, sin hacer nada.

-¿Ya terminaste con tu clase? ¿Tan pronto?

Se giró sorprendido. Detrás suyo estaba Rowena con una falda turquesa y una blusa blanca bordada.

-En guardia-dijo ella mientras cogía una espada.

-¿Estás loca?-preguntó Godric-Tú no sabes.

-¿Tienes miedo? Cobarde-le dijo ella

Eso ya se pasaba de castaño oscuro ¿Cobarde él?

-¡Pero eres una dama!- o se supone-pensó Godric

Pero ella no estaba para contemplaciones. Allí estuvieron más de un cuarto de hora hasta que Godric consiguió desarmarla.

-¡Vale me rindo!-dijo ella un poco asustada, arrimada a la pared.

-¡Bonito espectáculo! ¡Un día que no estoy y mira...!-dijo una voz metalizada

-¿Qué pensabas hacer con Rowena?-le preguntó Helga apartando la espada del pecho de la chica

-Ella quiso batirse. Pregúntale a ella.-contestó encogiéndose de hombros

Rowena no respondió. Batirse con Godric había sido un simple pretexto para verle. Estaba tan aburrida en su castillo....

-¿Y vosotros dos como es que estáis aquí tan pronto?-preguntó ella un poco incordiada por su llegada pero sin dejar que se le notara.

-Venimos de la ciudad. Nuestros padres están hablando con el tuyo. Y....-Helga le quería poner misterio-¿Sabes que pasa el viernes?-preguntó

-Que viene el fin de semana-dijo Godric

-¡Bueno sí, aparte de eso?-exclamó Helga emocionada

-Habrá baile en el pueblo-dijo Salazar mirando a Rowena de reojo

-¡Fantástico! ¡Espero que mi padre me deje ir!-exclamó ella sin poder contenerse

-De eso ni hablar. Tú el viernes en casa. Aún eres demasiado pequeña para bailes.

Los cuatro se giraron. Era el padre Rowena, seguido de los demás.

-Por favor ¡Déjame ir! Tengo dieciséis años. Además vendrán Helga, Godric y Salazar.

-Déjala. Aunque sólo sea por esta vez-intentó persuadirle Margaret

-Los bailes nos son buenos. Le llenan a uno la cabeza de ideas estúpidas.

-Pero no puede qued..-intentó convencerle Sophie

La felicidad se borró de la cara de la chica. Tendría que quedarse sola en su castillo pensado en lo bien que lo pasarían los demás.

-Mañana iremos a comprar lo que necesitamos-le dijo Helga- ¿Al menos nos podrás acompañar?-preguntó ya que no quería que Rowena estuviera además de triste, sola.-Iremos con mi madre.

La chica miró a su padre con los ojos implorantes.

-De acuerdo. Pero nada de comprarte ningún vestido ni nada.

Los tres estuvieron muertos de ganas de hablar sobre el baile pues quedaban seis días pero no era muy prudente delante de Rowena.

Amaneció. Ya estaban preparados para ir a la ciudad: Al Castillo de Gala-dijeron mientras se metían en la chimenea.

-¿Supongo que vosotros no necesitáis que os acompañe?-preguntó Sophie a los chicos

-No, claro que no-se apresuraron a contestar

Las dos chicas entraron en la tienda. Estaba todo tan lleno de cosas que era muy difícil de elegir.

-Fíjate en esta túnica. Es preciosa-exclamó Helga

-¡Nada de comprarte una túnica amarilla!-le advirtió su madre- ya tienes suficientes en casa.

-¿Desean algo?-preguntó Madame Davinsky, la propietaria de la tienda

-Buscamos túnicas de gala que no sean amarillas.

La mujer les trajo un catálogo enorme de todas las que tenían disponibles. Miraron túnicas de todo tipo pero a Helga siempre le acababan gustando las de color amarillo.

-¡Mira ésta! ¡Es la más bonita que he visto! ¿No te gusta?-le preguntó Rowena

Una hermosa túnica color melocotón claro. Llevaba un amplio escote palabra de honor con perlas diminutas. Eran dos piezas. La falda bordada de flores con hilo dorado llegaba hasta el piso que contrastaba con la parte de arriba que era lisa

-Tienes buen gusto-le dijo la dependienta

-¿Porqué no te lo pruebas?-le preguntó Rowena a Helga

-¡Oh! Creo que no tenemos tu talla. Este es un vestido bastante estrecho. A tu amiga no le iría bien. Pero a ti sí...

Sophie miró con cara de pena a Rowena.

-Es que yo no...necesito túnica-contestó tristemente

Fuera de la tienda Godric miraba la escena. Siempre había sido muy curioso.

-¡Godric! ¿Te has dado cuenta que nuestra tienda está más para allá?-le chilló Salazar

-Sí. Claro. Pero ¿Quién se ha detenido para mirar no sé que manual de magia en la tienda de al lado? ¡Eh?

-Anda Vamos-contestó Salazar sin darse por aludido.

Después de comprar sus túnicas fueron al café.

-¿Qué tomaran?-les preguntó un mujer de pelo rizo

-Un té de limón helado para ella-dijo Godric señalando a Rowena-Un batido de chocolate para la otra dama y dos cervezas de manteca para nosotros.

La mujer garabateó el pedido en un libreta y se fue apresuradamente.

-¿Con quien vas a ir al baile?- le preguntó Rowena a Helga

-Con David Spunsor

-¡Con Spunsor!-exclamó la chica asombrada

-Sí.. Bueno, el otro día me lo pidió y...-contestó Helga vergonzosa

-¿Y qué pasa con el tal Spunsor ese?-se apresuró en preguntar Godric

-Cualquiera diría que te preocupan los temas amorosos de Rowena-insinuó Salazar

-¡No claro que no! Es sólo para.. Que no se meta en líos-se defendió envarado-Ya sabes lo traviesa que es nuestra pelirroja-añadió -¿Eh Wen?

-¡No me llames pelirroja! ¡Y mi nombre es Rowena no Wen!-se calmó un poco y prosiguió: ¿Y tú con quién irás?

-Todavía no lo sé seguro-mintió Godric

-¡Pero si todas las chicas están por ti!-exclamó Helga-

-Ya veo que ami nadie me pregunta-dijo Salazar

Pero tampoco tuvieron tiempo para contestarle. Acababa de llegar Sophie.

-¿Podréis volver solos?-les preguntó a los chicos

-Por supuesto que sí. No se preocupe-contestó Godric

Así que las tres mujeres se marcharon rápidamente. Al parecer había surgido un contratiempo en el Consejo y Sophie debía acudir inmediatamente.

Godric y Salazar se disponían a salir por El Ojo del Comprador (la gran chimenea para los viajeros que no iban a pie)

-Espera un momento-le dijo Salazar-Voy a comprar ese manual. Aquí está mejor de precio.

Salazar le llevó a las estanterías de pociones.

-¡Fíjate! El Mortium Hongus ¡El tratado de hongos venenos! Y Líguidos obscuros, el Saucem Novo...

El chico seguía ensimismado por los títulos que encontraba. De pronto Godric recordó una cosa:

-Espérame aquí Salazar. ¡He olvidado mi bolsa en el café!

Godric salió corriendo a toda pastilla.

-¡Pero si no llevabas bolsa! ¡Y al café se va por el otro lado!-le gritó Salazar, pero Godric siguió corriendo.

Después de una media hora ya estaban delante de El Ojo del Comprador.

-¿De dónde sacaste esa bolsa?-preguntó Salazar

-Te dije que me la había olvidado

-En el café no la tenías...

Volvían a estar entre las llamas. Dentro de unos instantes estarían en el salón del castillo de Godric.

CONTINUARA?????

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