Hollie es mi mano derecha y mi mano
izquierda también! Me ayuda con miles de imágenes desde que mis manos no pueden
trabajar bien y además, encuentra tiempo para escribir! Y lo hace muy
bien! Espero que esta historia los deje con tantas preguntas como a mi...quiero
mas!
Capítulo 1
Una Muerte en Privet Drive
Las
vacaciones en Privet Drive, cada vez se tornaban más y más penosas para
Harry. Habían pasado sólo cinco
semanas desde que había dejado Hogwarts, y no veía la hora de volver. En
realidad, quería marcharse el mismo día que había llegado a la casa de sus tíos.
Aquellas cinco semanas le habían parecido cinco siglos. Afortunadamente esta
vez, estaba más en contacto con sus mejores amigos, Ron Weasley y Hermione
Granger, que en años anteriores.
A pesar de lo molesto que eran sus tíos y su primo, este año en
particular, Harry necesitaba concentrarse en cosas más importantes: Lord
Voldemort, había vuelto. A finales de clases del año anterior, Harry se había
enfrentado con él, otra vez, pero Voldemort había logrado escapar con todas su
fuerzas, concretando de alguna manera su deseo de venganza hacia Harry, los muggles, y los mortífagos que le habían sido
infieles.
Ron
lo mantenía al tanto de todo lo que pasaba en el mundo de los magos y las cosas
no marchaban muy bien. Los mortífagos estaban causando estragos. Ya habían
asesinado ya a varios magos, en su mayoría de sangre muggle. Pero lo que quizás
era peor, era que a pesar de que todos ya sabían del regreso de Voldemort, nadie
sabía dónde se encontraba escondido, ni qué estaba tramando.
En el mundo de los muggles, algunas cosas extrañas habían pasado
también. Harry había visto la semana anterior durante el desayuno, el noticiero
donde informaban sobre dos homicidios en Londres, en los cuales había una
calavera gigante con una serpiente que le salía por la boca, flotando en ambas
escenas de los crímenes. Los policías, lo habían identificado como ’hologramas’
o ‘algún tipo de láser’, pero Harry sabía perfectamente lo que quería decir
aquello. Esa, era la señal que los mortífagos dejaban en los lugares donde
cometían algún crimen.
Durante las tardes, Harry siempre salía a caminar por los alrededores de
Surrey. Cualquier cosa era mejor que permanecer en la casa con los Dursley. El
ambiente se encontraba raro. A pesar de que era pleno verano, casi nunca se veía
el sol por completo y siempre eran días grises, fríos y húmedos. Aunque le
parecía ridículo, Harry comenzó a pensar incluso que se debía a la presencia de
Voldemort.
Una tarde, mientras regresaba a la casa, por razones que desconocía, se
detuvo enfrente de la casa de la señora Figg, la anciana que solía cuidarlo en
ciertas ocasiones. Después de observar un rato, vio que la señora Figg se asomó
por la ventana, como si supiera que Harry se encontraba allí, y le sonrió.
Harry, le devolvió la sonrisa, y continuó su camino.
Por la noche le escribió una carta a Ron, comentándole sobre los
asesinatos que había visto por televisión; también le comentó que Connie Bacon,
cenaría en su casa en dos días. Connie Bacon, era nada más ni nada menos que la
novia de Dudley. Cómo era posible que alguien encontrara interesante a Dudley,
era un misterio para Harry, pero esta muchacha, era la perfecta solución para su
enigma.
Harry ya había tenido el desagrado de conocerla. La muchacha, era de
Smeltings, la escuela de Dudley, y estaban en el mismo curso. Al conocerla, lo
primero que pensó Harry era que los Dursley habían tenido una melliza de su
primo, pero la habían ocultado. Connie era una copia de Dudley, pero femenina.
No tan obesa como él, nada podía comparársele, pero era al menos tres veces
Harry. También, con cabello rubio, peinado con dos trenzas, ojos chiquitos
celestes, cachetona y casi sin cuello. Por supuesto, tampoco era tan asquerosa
como Dudley, pero su personalidad le recordaba a Harry a tía Petunia. Eran
idénticas. Y al igual que Dudley y sus padres, ella odiaba a Harry. Seguramente
Dudley la había puesto al tanto de cómo eran las cosas con él, por supuesto,
desde el punto de vista de los Dursley y sin mencionar que él era un mago, pero
eso no le importaba a Harry, mientras menos relación tuviera con Connie, mejor
para él. Pero afortunadamente, no cenaría con ellos, ya que él debería quedarse,
callado en su cuarto.
Cuando terminó de escribir la carta, la ató
en la pata de Hedwing, y ella se fue rápidamente. El la siguió con la mirada y
se acercó a la ventana. Mientras miraba a Hedwing alejarse, notó que había
varios gatos, posados en el jardín de la casa, mirándolo fijamente. Harry sólo
se quedó mirándolos extrañado. Los gatos no apartaban los ojos de él. Permaneció
así unos minutos, hasta que decidió que lo mejor, era irse a dormir.
A mañana siguiente, al igual que todas las mañanas, Harry no tenía ganas
de levantarse; pero esta vez, algo raro había ocurrido: tía Petunia, no había
ido a despertarlo con sus gritos. Por las dudas, él se levantó. Cuando llegó a
la cocina, como de costumbre, se encontraban tío Vernon, tras el periódico, y su
primo Dudley mirando la televisión. Sin duda alguna, la dieta a la que se habían
sometido todos el año anterior, no había tenido efecto alguno en su primo, ya
que, a pesar de que Harry no pudiera entender cómo, Dudley se encontraba más
obeso. Cuando se sentó en la mesa, el desayuno ya estaba servido, pero había
algo fuera de lugar: dónde estaba tía Petunia?.
Su pregunta fue contestada segundos después.
De un portazo, tía Petunia entró agitada.
- Vernon, Vernon! No sabes que ha ocurrido!
Todos pensaron que se trataba de un nuevo chisme que tenía sobre los
vecinos de la casa de al lado.
- Qué ha pasado? – preguntó tío Vernon indiferentemente,
sin apartar su mirada del diario.
- La señora Figg ha muerto!
- Que? – dijo sorprendido Harry
- Y bueno, ya estaba vieja – prosiguió tío Vernon sin darle
mucho interés. Por su parte, Dudley no había prestado atención a nada, ya que se
encontraba muy concentrado en su programa de televisión.
Tía Petunia se sentó medio ofendida. Nadie había escuchado su chisme.
Pero Harry, se había sorprendido. La señora Figg, no era muy cercana a él, y él
recordaba las aburridas tardes que había tenido que pasar con ella, pero
exactamente el día anterior la había visto en buen estado, e incluso se habían
sonreído, cosa que nunca antes habían hecho.
- Qué fue lo que pasó? - preguntó Harry
Si se trataba de chismes, tía Petunia podía hablar durante horas, incluso
con Harry.
- Hace unos pocos minutos, una ambulancia y dos coches de
policías pasaron por aquí. Me asomé por la ventana y vi que se habían
estacionado en la casa de la pobre anciana – tía Petunia, contaba todo con un
tono entusiasmado – acabo de ir a ver que pasaba, y parece que se murió ayer por
la noche.
- Pero cómo?
- Probablemente de vieja. Los policías me preguntaron si la
conocía, y si sabía si tomaba
alguna medicina o algo, ya que no encontraban nada fuera de su lugar. Tampoco
encontraron ningún indicio de ataque o robo.
- Que raro...
- Ya cállate, Hary!
- interrumpió enojado tío Vernon –Ten respeto por los muertos!
Ambos se callaron.
Después del desayuno, Harry regresó a su cuarto donde
encontró a Pig, la lechuza de Ron, dando vueltas alrededor de la lámpara.
- Pig!
Harry trató de agarrarla, le costó, pero al fin lo logró. Sacó el
pergamino que estaba atado a su pata y lo abrió. Era de la señora Weasley.
Querido Harry:
Cómo estas cielo? Espero te encuentres bien.
Mira, recuerdas que habíamos hablado de que quizás pasarías
un tiempo con nosotros durante el verano?
Bueno, estábamos pensando con Arthur que podríamos
adelantar un poco las cosas. También consultamos con Dumbledore, y él nos lo
permitió.
Mañana por la tarde iremos a buscarte con Arthur. Para
evitar problemas, el Ministerio nos ha prestado un coche. Pregúntale a tus tíos
si hay algún problema si vienes con nosotros. Si lo hay, avísanos lo antes
posible. De todos modos, nos veremos mañana.
Cariños
Molly Weasley
Por alguna razón, aquello le dio mala espina a Harry. La
señora Weasley, parecía un tanto impaciente o alterada mejor dicho.
El
problema ahora, sería avisarle a los Dursley. Recordando lo sucedido el año
anterior cuando habían ido a buscar a Harry para llevarlo al Mundial de
Quidditch, seguramente, lo último que ellos querrían era ver a los Weasley. Aún
así, si ellos no aceptaban que fueran a su casa, los Weasley irían igual, así
que Harry decidió consultarlo con sus tíos. Aunque se negaran, al menos estarían
avisados.
Harry
bajó al living, donde se encontraban tío Vernon y tía Petunia, sentados, tomando
el té. Al principio, no se animaba mucho a hablar, pero tomó coraje y lo
hizo.
- Ehh,
tío Vernon... – lo llamó Harry.
- Qué
quieres? – contestó con brusquedad.
Harry tomó aire y continuó.
- Me
preguntaba si estaba bien para ustedes, que me fuera a pasar el resto de las
vacaciones con los Weasley.
Al decir su apellido, ambos se quedaron petrificados. No sabían qué
contestar. Para ellos sería un alivio no tener que estar con Harry en la
vacaciones, pero quizás significaba tener que encontrarse con los Weasley, otra
vez.
- Y
bien? – preguntó Harry al ver que ninguno contestaba.
Tía Petunia, dirigió una mirada a tío Vernon, para que él
hablara.
-
Bueno... – dijo medio enojado – la verdad, estaría muy bien para nosotros si tu
te vas, pero cómo piensas hacerlo? Por que yo no quiero a esa gente en mi
casa.
-
Ellos dijeron de pasar a buscarme, pero...
-
Que?, he dicho que no los quiero aquí!
-
Ellos vendrán en coche. Solo tocarán el timbre, sacaré mis cosas y me iré. Ni
siquiera tendrán que verlos.
Se produjo otro silencio.
- De
acuerdo – se resignó tío Vernon – pero que no entren a la casa.
- No
lo harán, no se preocupen.
Harry se tranquilizó. No había sido tan difícil como había
pensado.
-
Cuando te irás? – preguntó tía petunia
-
Mañana.
- Tan
pronto? - se sorprendió ella, pero
después lo pensó mejor – perfecto.
-
Gracias – dijo Harry – Y volvió a su habitación.
Cuando llegó, tomó un pergamino y la pluma y les escribió brevemente a
los Weasley:
Queridos Señores Weasley:
Ya hablé con mis tíos, y me han dado el permiso, con la disparatada
condición de que no les permita entrar en su casa, ya que la última vez pasaron cosas un tanto desagradables.
Quieren que sólo toquen el timbre; voy a estar listo con mis cosas cuando
lleguen.
Los veré mañana.
Harry
Ató la carta a la pata de Pig, y esta se echó a volar. Al asomarse a la
ventana, Harry observó, que aún se encontraban allí los gatos que lo miraban
desde el jardín la noche anterior, solo que esta vez, estaban escondidos entre
las plantas. Aún así Harry podía ver que lo miraban.
Aquellos
días, habían sido bastante raros. Tratando de despejar su mente de la muerte de
la señora Figg, al igual que todas las tardes de aquel verano, Harry decidió
salir a dar una vuelta. Caminó por los alrededores de Surrey, mirando a la gente
tranquila que iba por la calle. ‘Sí supieran’ pensaba continuamente Harry, al
ver los rostros de tranquilidad de las personas, que nunca ni siquiera se
imaginarían, que un mago malvadísimo estaba suelto. Había caminado tanto, que
había perdido la noción del tiempo. Cuando se dio cuenta que estaba
oscureciendo, se dirigió rápidamente hacia 4 Privet Drive.
Cuando llegó al pórtico de la casa de sus tíos, casi se
muere de un susto. Algo se movía dentro de los arbustos. Harry se quedó
paralizado mirando el movimiento de la planta. Segundos después, escuchó un
maullido, y un gato negro saltó, dirigiéndose hacia él.
- Gatito... – dijo con voz de alivio.
El felino comenzó a acariciarse contra las piernas de Harry. Harry se
agachó a verlo mejor.
- Hey, estás perdido? – le decía Harry mientras acariciaba
su cabeza. Él había notado que no se trataba de un gato callejero, ya que tenía
un collar del cual colgaba una pequeña placa con forma de llave la cual tenía
tres espirales juntos, y en el medio de ellos, un nombre grabado: Andron.
- Hola Andron – dijo Harry, mientras continuaba acariciándolo- tengo
que irme.
Alejó a Andron de la puerta de sus tíos.
- Vete, tu dueño debe estar preocupado.
Y entró a la casa.
Después de una pesada cena con los Dursley, Harry se fue a
su cuarto. Ya se encontraba cansado. Había caminado mucho por la tarde, y
soportar a sus tíos y su caprichoso primo, era más agotador de lo que parecía.
Antes de acostarse, Harry guardó todas sus cosas en su baúl, dejando sólo la
ropa que usaría el día siguiente.
Mientras se ponía el pijama, Hedwing y Pig entraron a su
cuarto. Hedwing se posó sobre su hombro, lo despeinó un poco más con su pico y
dejó que Harry tomara la carta que traía. Era del señor Weasley.
Hola
Harry:
Me alegro que tus tíos hayan aceptado y entiendo que no quieran vernos.
La broma de Fred y George deben haberlos molestado mucho. Mañana pasaremos por
ti.
Sólo me queda una duda. Qué es un timbre?
Nos veremos mañana.
Arthur Wealsey
Harry rió sutilmente. Abrió el baúl, sacó una pluma y un pergamino, y escribió
una carta para el Señor Weasley, explicándole qué era un timbre. Al terminar de
escribirla, la dejó sobre la cama, e hizo malabares para agarrar a Pig. Cuando
lo consiguió, le sacó del pico la carta que traía, y luego le puso la que iba a
enviarle al señor Weasley.
Antes de echarse a volar, Pig se metió en la jaula de
Hedwing, para beber un poco de agua. Cuando se alistó, Harry le abrió la ventana
para que se fuera, cosa que hizo en pocos segundos. Una fresca brisa entró a su
cuarto, así que cerró las ventanas, bostezó y se acostó en su cama, mientras
tomaba la carta que traía Pig, la cual tenía adjunta una cuchara de lo que
parecía plata. Abrió la carta. Era de Fred y George.
Hola Harry:
Nos esteramos por Ron, que la novia de tu primo irá a tomar el té a tu
casa. Sólo nos preguntamos: Cómo es posible que ese cerdo parlante tenga novia?
Hay que tener estómago para salir con esa cosa. Pero bueno, te queríamos
comentar que le estamos dando buen uso a los 1000 gallons que nos diste.
Muchísimas gracias.
Aquí te enviamos una muestra de una de las tantas cosas que
hemos hecho: esta cuchara es uno de nuestros últimos inventos. No queremos
arruinarte la sorpresa, diciéndote qué le pasa al que la utilice, pero si llegas
a comer con ellos, has que él la use. Te encantará el resultado.
Creo que eso es todo.
Nos vemos mañana.
Fred y George
Se quedó mirando la cuchara. Parecía ser de una vajilla muy costosa. La
plata era reluciente. Por un momento, le dio miedo lo que podría llegar a pasar
si Dudley la usaba, pero por las dudas, la dejó junto con sus lentes en la mesa
de luz. Tenía que descansar, mañana sería un día un poco agitado.
Harry no conseguía dormirse. Daba vueltas y vuelas en la cama. Él se
levantó y comenzó a caminar por su cuarto, buscando algo que hacer. Volvió a
abrir su baúl, para ver que no le faltara nada. Mientras revisaba sus cosas,
algunas gotas de sudor le cayeron por su frente, así que decidió abrir la
ventana, para que entrara un poco de aire. Cuando abrió las cortinas, se llevó
un gran susto. Andron, se encontraba sentado en la ventana, detrás del vidrio.
Harry se echó para atrás violentamente y el gato sólo lo miraba.
- Andron! – le dijo enojado, aún respirando rápidamente –
que susto me diste!. Qué haces aquí?
Abrió la ventana y el gato entró, maullándole a Harry.
-
Shhhhhhh! – lo retó – vas a despertar a los Dursley!
El gato negro se acarició en los brazos de Harry. Él no pensó en otra
cosa que entrarlo a su cuarto, así quizás dejaría de maullar. Mientras se
acercaba a la ventana, se quedó rígido de repente: de un momento para otro, un
montón de fuertes maullidos, provenientes del jardín entraron a la habitación de
Harry. Eso, no podía ser normal. Aumentó el volumen de los maullidos, cuando los
gatos, que habían vuelto, vieron a Harry.
Otra vez, Harry vio que aquellos gatos seguían mirando su ventana,
después de casi dos días.
- Shhhhhhh!, ya cállense, por favor – les suplicó en voz
baja.
Pero fue inútil. Sin saber mas que hacer, se puso los anteojos, salió por
la ventana y bajó al jardín, deslizándose por una tubería. Cuando pisó el
césped, todos los gatos corrieron hacia él, y comenzaron a refregársele por las
piernas.
- Qué quieren?
Mientras los gatos continuaban acariciándosele, Harry reconoció a algunos
de ellos. Eran Tufty, Snowy, Tibbles y el señor Paws, los gatos de la señora
Figg. Había tenido que verlos año tras año antes de entrar a Hogwarts. Era
imposible no recordarlos.
- Qué hacen aquí? Váyanse a su casa! – les murmuraba Harry.
Él se paró y se dirigió hacia la puerta del jardín, para sacarlos. Ni
bien comenzó a caminar, los gatos dejaron de maullar, y caminaron más rápido que
él, en la misma dirección. Harry abrió la puerta, y todos salieron por sí solos,
pero a unos pocos metros, se detuvieron, se sentaron en el suelo y comenzaron a
maullarle a Harry otra vez.
- Qué pasa? – Harry no lograba comprender.
Cerró la puerta tras él, y los gatos comenzaron a caminar rápidamente
otra vez. Quizás, tenían cerrada la puerta de su casa, o no tenían comida, pensó
Harry. La señora Figg había muerto, así que nadie se estaba encargando de ellos.
Harry era la única persona, hasta donde él sabía, que había entrado a su casa,
pues la anciana, no acostumbraba nunca a recibir visitas; seguramente era por
eso, que habían acudido a él. Pese a que no le agradó la idea, se fue con los
gatos por la calle, en pijama y en el medio de la noche. Los felinos lo
llevaron, como él lo supuso, a la casa de la señora Figg.
Cuando llegó a la puerta, le agarraron escalofríos. Sin
duda, no quería entrar. Pensó que la puerta estaría cerrada, así que entró al
jardín. Desde allí, ingresó a la cocina de la casa por la guardilla que tenía la
puerta trasera para los gatos. Harry entró perfectamente por allí, ya que además
de que él era muy menudito, la guardilla era bastante grande. Tenía que serlo
para tantos gatos.
Se detuvo, ya dentro de la cocina, junto a la mesada, comprendió que,
entrar a la casa, los gatos podían. Lo que debía faltarles, era la comida.
Cautelosamente, abrió la heladera. No entendía porqué se esforzaba tanto en no
hacer ruido, ya que nadie lo escucharía, pero aún así, tubo mucho cuidado.
Agarró una caja de leche, y fue hasta el comedero de los
gatos, que se encontraba en el comedor de
la casa, junto a la mesa donde la señora Figg cenaba.
Todos los gatos lo siguieron. Harry vació toda la caja en
los comederos que se encontraban medio vacíos, y los gatos se amontonaron todos
desesperados para beber la leche. Harry marchó a la cocina, para tirar la caja.
Al atravesar el living, se detuvo sin aire, al notar que había un armario que
tenía la puerta rota. Habían saqueado la casa muy recientemente. Los policías
habían dicho que no había señal de que la hayan robado a atacado a señora Figg,
y ella había muerto ese mismo día.
Cuando su cerebro le mandó la orden para que se fuera
inmediatamente de allí, escuchó un ruido que provenía de la habitación continua.
Harry solo miró hacia un costado, sin mover la cabeza, y vio la silueta de una
persona recortada en la luz que entraba en la sala, por el vidrio de la puerta
de entrada. Parecía que ese sujeto, también había notado que alguien más había
entrado a la casa. Harry no pudo reaccionar. Esa persona, corrió hacia Harry muy
velozmente, y lo empujó golpeándolo con algo muy duro en la cara. Cayó al suelo
y vio que aquel individuo, se
escapaba por la ventana que estaba a un costado suyo. Luego, se desmayó.
Andron lo despertó lamiéndole en la cara. Estaba amaneciendo. Aún
aturdido y bastante agitado, corrió a la cocina, tiró la caja de leche, y partió
hacia la casa de los Dursley. Entró a su cuarto por la ventana y se acostó en su
cama. Todavía estaba asustado. Al apoyar su cara en la almohada, sintió un
fuerte dolor en la mejilla. Era en donde lo habían golpeado. Giró su cabeza,
para apoyarse del otro lado e intentó relajarse y dormir aunque sea un rato. Tía
Petunia iría a despertarlo en cualquier momento. Pero aún así tenía que
descansar un poco. Los Weasley irían a buscarlo y no quería pensar en qué podría
pasar esta vez.